lunes, 31 de diciembre de 2018

Hay un desierto en medio del agua


Es treinta y uno, nos vamos a otro mundo, nos vamos a otra vida. Consciente, entera, atenta, estoy dispuesta, en medio de esta tristeza, donde la orilla se aleja, al devenir incierto de aquello que no sé ni dónde está, ni en qué consiste. Estoy dispuesta, entre la incertidumbre, a adentrarme en el desconocido abismo que me espera.

Ya no hay posibilidad de quedarme. Ya no puedo quedarme en un cuerpo que no contiene amor, que no quiere ser el contenedor de lo que me habita. Quédate ahí, en la orilla de las espinas con las que me aniquilaste. Quédate. Parto. Surjo. Me voy.

Sé que con el año se acaban las posibilidades. Ya no quiero ninguna. Ya no hay oportunidades. Se cierra el mundo abierto hace ahora ocho años. Candados y cenizas para ambos. Te portaste mal… Me engañaste, no jugaste limpio. Quédate con las piedras y las alas y las olas que emprendiste sin contar conmigo. Me lo podías haber dicho. No quiero que vengas, Ana.

Tuve que averiguarlo yo. Y ahora, en mi barca que apenas avanza, estoy diciéndote adiós. Es el final de una historia que no tenía final, ¿recuerdas? Pero era este, el mismo final que siempre anduvo prendido del aquel inicio. Ochos años sin querer. Ocho años de enredadera y locura. Ya no sé si lo viví o me inventé casi todo el asunto.

Te digo adiós porque ya me lo dijiste tú antes. Pero es ahora cuando he podido oírlo. Todo el adiós que siempre estuvo debajo de tus razones suena ahora en medio de todas las canciones de desamor. Ahora. Es ahora cuando lo oigo y suena enorme entre las palmeras que se alejan, la arena que se aleja, la playa que no volveré a visitar.

Te digo adiós a manos llenas. Con todo lo que soy. Me voy con pena. Suelto la zarza que tanto me daña. Abrir las manos y ahogarme en esta marea. Debajo de toda la tierra debe haber algo, cuando lo encuentre no volveré para contártelo. No vengas. Ni si te ocurra volver a preguntar cómo me curé, dónde me dolió para volver a descuartizarme entera.

No creo que estos sean los últimos versos que te escribo, mas sí es la última vez que miro la orilla donde me convertí en la mujer que soy. Tengo la cabeza baja, la frente más áspera, los ojos llenos de la misma sal en la que voy a inundarme.

Pero estoy viendo el mar. El mar me espera. 

martes, 25 de diciembre de 2018

Soy mejor enfermera cuando las heridas son de otro

A veces las lágrimas me saben a alcanfor. Soy el armario. Todos los abrigos de paño están mojados, el bordado de las sábanas anda lleno de manchitas de moho y se ha raído la seda de los pañuelos de mi madre. 

A veces el llanto es antiguo: venía conmigo a la escuela escondido en el bolsillo pequeño de la cartera. En los libros no salía nada de aquello; dónde nace, cómo se usa, para qué sirve todo el agua que inunda el alma. Hice lo que supe: nada. De nadar como puedes cuando no sabes nadar. 

Y aquel río se fue acomodando entre las costuras del esqueleto. A todos los huesos les llegó la humedad de la pena. Estar triste y no saberlo. Como el lago detrás de las montañas. 
Escalé muchas, acampé en otras tantas, arranqué flores y otras son las acuarelas que colgué en la entrada de casa.

Detrás, el lago habla. El terremoto ha abierto las grietas; el llanto antiguo es ahora fresco, vuelve a ser nuevo. 

A veces el llanto está al fondo y la inundación es ahora.

viernes, 21 de diciembre de 2018

El ajeno verbo de olvidar

Siempre habrá un lugar donde poder refugiarte del daño. De aquello que hiciste, de lo que no, del dolor íntimo y del destierro que causaste. Claro que las balas iban al aire, que tú no sabías hacerlo mejor, que aún no puedes enfrentarte, que puedes subirte a los árboles y desde allí la brisa, desde allí el cielo. Puedes. Siempre hay un lugar donde nada te toca, nada te espanta, nada te estorba. 

Lo único malo de los lugares es que todos acaban en ruinas. Antes, después. A las seis y cuarto del domingo que viene. Yo a veces corro, dibujo, aniquilo la memoria así. En el movimiento nada se para, apenas escucho, todo surge tan veloz como veloz me siento yo. 

Lo único malo de los lugares son las ruinas del después. Donde los restos llevan sangre y vísceras y las entrañas de todo aquello que no lloré. Donde solo piedras y óxido y un recuerdo en cada uno de los charcos en los que me hundo.

Siempre habrá un lugar donde poder refugiarte del daño, pero lo malo de las heridas es que si no se curan bien, volverán a doler. 

miércoles, 12 de diciembre de 2018

La tierra

De ti, de mí, de lo creado entre ambos, de las sobrinas que me hacen reír. De ti, de mí, de las comidas de los domingos alrededor de la abuela, de aquellas nochebuenas de cincuenta. 

Soy de ti y de mí. Que la tierra era esto, encontrarnos, dar con el núcleo en el que movernos; hablo, converso, me vierto.

No tengo raíces en el campo, no soy del lugar físico que sale en los mapas, soy de vosotros, los míos. Soy de los que no me pertenecen y aún así me dejan apoderarme de ellos sin ni siquiera saberlo. 

Soy de Valencia porque Isabel vive allí. Y de Dublín porque Estefanía se va a mudar allí. De este pueblo cercano donde habitan dos amigos. Y de mi pueblo también me siento mas si todos vosotros os fueseis a vivir detrás de alguna frontera, de esa tierra es de la que os hablaría. 

Podemos crear una bandera si quieres, y ondearla entre todos. Una bien transparente, o negra, púrpura, me da igual el color del trozo de tela. Prefiero un mantel y nuestras manos en él. Compartir un rato, un tramo. Soy del interior... de las personas que me habitan. 

De ti, de mí, de lo creado entre ambos. Que más allá de barreras y mapas, mi territorio está donde están las personas que quiero.

sábado, 8 de diciembre de 2018

Tengo una cometa de hierro

Liberar el corazón, ponerle una cuerda y ser cometa en las aceras.
Tener anclada en el agua toda la firmeza que soy capaz de albergar. 
Conseguir volar dentro.
En el centro del pecho un espacio abierto. 
Que los límites sean de goma y se me estiren y se me estiren y se me vuelvan a estirar. 

Poner la intención en la arena, remover los dedos, jugar en el fondo del océano. 
Saber que puedo flotar y nadar y surfear y navegar y también hundirme. 
No olvidar el peso que llevo y aún así arriar velas. 
Seguir descubriendo la arena que sostiene las olas cuando no hay quién las coja. 

Te echo de menos. Lo que pudimos ser y ya nunca seremos. 
Vivir con eso. Vivir libre. 
Si siempre quisiste solo un poco, será que el todo no existía para nosotros. 

Poder vivir con el peso de todo el humo que inventé. 
Mas saber que otros fuegos me esperan, 
que podré prender y emprender el vuelo. 
Que no seas la brújula, el norte, este compás. 

Que puedo desprenderte del nuevo ascenso
y pesar menos. Mucho menos. 



lunes, 3 de diciembre de 2018

La cicatriz que volvió a ser herida

Vengo a quejarme de todo lo que me deslumbra y no me deja ver con mayor nitidez. Vengo a quejarme de los que creen que el respeto tiene varias formas, de los que juegan, olvidan, manipulan y ningunean lo que siento. Vengo a quejarme de los que mienten a los de fuera, vengo a quejarme de los que dicen que lo hacen porque también se mienten a sí mismos. Vengo a quejarme del daño gratuito, del rechazo, del poco valor que le dan a los valores de otro. Vengo a quejarme de las relaciones de un par en las que solo cuenta uno. Vengo a quejarme del dinero, del trabajo, del esfuerzo, del sacrificio, del porculo que me supone todo cuando no puedo ni siquiera conmigo. 

Vengo a quejarme de ti y nuestra puta relación. De no saber por qué no puedo cerrar la puerta por dentro aún cuando no se puede abrir desde fuera. Vengo a quejarme. De este dolor de cabeza, de esta resaca emocional, de esta herida interna y de su puta madre. 

Vengo a quejarme de duelos y ex que no terminan de serlo. Vengo a quejarme de las malas personas. 

sábado, 1 de diciembre de 2018

No todos los pájaros caben en los desagües

Había un vertedero con tu nombre en el centro de la ciudad. Yo iba allí cada tarde, tiraba mis flores, todas las aves con ganas de echar a volar y el bebé que nació el mismo día que te empecé a amar. 

El camino al vertedero abrupto; piedras, descensos, pozos profundos y túneles muy oscuros que atravesar. Yo iba allí sorteando monstruos, dragones y fantasmas que se llamaban como tú. 

Iba allí a olerte, a verter todas mis riquezas en la montaña de sombras inabarcables. 
Iba allí cada tarde. Mis azucenas blancas, los lirios frescos, la ternura, la dulzura de mi lengua, el cisne de cuello esbelto.

Una mañana abrí los ojos que ya estaban abiertos. 
Miré de nuevo, miré de frente. 

El vertedero sigue en el centro de la ciudad pero no he vuelto a ir desde aquello. No me queda nada que tirar salvo el pequeño colibrí con alas rotas que no sé si podrá volver a volar. 

viernes, 30 de noviembre de 2018

Panteras

Hombres piedra, hombres lastre. 
A todos aquellos que aparentaron poder traernos el viento y acabaron enterrándonos en el más allá del cielo. 

Hombres fango, hombres sombra. 
Al ejército de soldados que jugaron a indios, a vaqueros. Los que tiraban los dados para ir de oca a oca y tiro en la nuca porque me toca. 

Hombres roca, hombres hielo. 
A las enredaderas del verso, a los que nunca alcanzábamos por más que corriéramos. 

Hombres miedo, hombres llanto. 
Aquellos que nos obligaron a ser salvajes, fieras, dueñas de nuestro destierro; recogiendo restos, prendiendo el fuego.

Querer morirnos del todo y aprender que bastaba con amar la parte de nosotras que más muerta estaba. 

martes, 20 de noviembre de 2018

Soltad a los lobos

Si tuviera cuatro años estaría en el suelo pataleando, gritando, chillando. De niños creemos que así se solucionará todo, ni siquiera pensamos en qué o quién va a resolver nada, solo sabemos instintivamente que hacerlo, que llorar o gritar o su puta madre, es lo único que hay que hacer.  

Ahora, con un montón de años más, la furia quiere revelarse y fíjate lo que he hecho, inventar un montón de mierda para ponerla alrededor y que no se note, que no se vea, que no se perciba que, si pudiera, patalearía dos meses seguidos arrastrándome por el suelo como la niña del exorcista, como un católico desnudándose de sus vestiduras, como un jesucristo de mentira en semana santa dándose latigazos, como un caníbal devorándose a sí mismo, como un salvaje guepardo de afiladas garras recorriendo veloz siete metros de eslora en cada zancada. 

Su puta madre. Hostias. Joder. Todas las palabras que puedan contener esta rabia sin ni siquiera nombrarla. Todas. Siento cólera y la ira, a sus anchas, es capaz de desorbitar mis córneas. Negro. Todo es de una sustancia pegajosa que trepa desde mis talones a la nuca. Quiero salir corriendo y desvestirme de los órganos, de los músculos, de la piel que me está jodiendo el espacio, del puto esqueleto. 

No me cabe dentro. Estoy enfadada con lo que se mueve y con lo que permanece quieto. Con la huella interna que me restriega una y otra vez que no, que no, que no va a ser. ¿El qué? Yo qué hostias sé. Que no, que no sale, que no viene, que no llega, que no alcanzo, que no consigo, que no tengo, que no persigo, que no entiendo, que no me aclaro. Una incomodidad en las vísceras, en las entrañas, en las cloacas, en el tuétano de este hueso que iba a ser diamante y es una piedra de trescientos millones de kilómetros cuadrados. 

Estoy hasta la polla, hasta los huevos, hasta los ovarios, el útero, el hígado. Y las tripas revueltas y el sargento íntimo dejándose matar a la intemperie en todas las guerras en las que ha sido capaz de alistarse. Matadme, grita ensangrentado, matadme de una puta vez, ruge pataleando, matadme hasta asesinar la certeza de que voy a seguir vivo y no va a venir nadie a salvarme toda esta mierda. 

domingo, 18 de noviembre de 2018

La verdad y nada más que la... mentira que te cuentas

Claro que ha sido un buen día, aunque no hayamos hecho nada nuevo, según dices. O especial, comentas. Nos hemos duchado con agua caliente y éramos trece para comer. La abuela sigue cocinando mejor que ayer y un poco menos mejor que mañana. Y nos hemos reído. 

Sí, ya sé que hemos conversado mal y superficial de la religión y del miedo que provoca no bautizar a un niño. Un niño, ¿sabes lo que es eso? Porque Celia está embarazada y vamos a tener un sobrino nuevo cuando abril se parezca a abril. 

Hay un techo cubriéndome y ropa y mis rodillas se doblan solo para poder sentarme, ¿sabes la de personas que ahora, en este momento, quizá estén hincados en tierra con un puto rifle en la nuca?.

Has visto muchas películas, dices. 

Y me pregunto cómo puede no convencerte esta existencia, quejarte, llorar por tus problemas de primer mundo a la cola de la magia. Yo tampoco sé que es esto, qué hacemos aquí ni si reencarnaré después de morir. No me interesa en realidad. Porque solo tengo esto, esta historia, un algo transparente que no sabe y se divierte preguntando, probando. Somos personas con suerte. No elegiste nacer en este lado del mundo donde el grifo y el interruptor, y el coche y las fiestas y comer y dormir en paz.  Nos hemos acostumbrado a lo mejor y vamos diciendo ¡eh, supérame esto!. 


Le estoy contando todo esto a la misma que escribe, para despertar, para ahuyentar monstruos que no existen, para ir al centro, dentro, donde cabe todo el dolor y el olor de este milagroso mundo. 
Y si me muriera ahora mismo, lo único que me jodería es no haberte visto hoy porque tenías que trabajar. Pero ayer sí. Ayer estuvimos, así que, si me muero ahora mismo, lo único que me jodería sería irme sin poder convencerme de que este es el mejor lugar que existe para mí. 

domingo, 11 de noviembre de 2018

Llueve

Me acostumbré a vivir sin pedir. Solo lo hago de vez en cuando, por la noche en mi cama con la sábana tapándome hasta la cabeza. Ahí pido ser y estar y tener no sé qué. Enseguida se me pasa porque hace tiempo que sé que la película no funciona así. Que cuanto más me empeñe en querer lo que no está, más dolor sentiré cuando no llegue, cuando no aparezca, cuando me estrese corriendo alocada hacia el futuro donde quizá sí, lo tendré. 

Luego hay ratos como este. Aparece una idea, luego dos, luego tres, y ahora, ya ves, la cabeza llena de títeres. Si estuvieras aquí, si hiciéramos el amor, si hubiéramos aprendido a cuidarnos. Los dos me refiero. Bueno, vale, tú, que yo eso ya sé hacerlo.

¿Sabes todas esas escenas de películas americanas que ñiñiñi? Pues esas. Y ni directora del cuento ni actriz principal, es como verla en netflix sin que ni siquiera funcione el pause en el mando.

Un porculo, vamos. Una jodienda. Otra ola que arrasa con este momento llevándose lo aparentemente construido hasta hoy. Aunque sepa que es mentira, se lo lleva, vaya si se lo lleva. Hasta que la calma lo vuelva a traer. Digo yo.


Pobres los que sueñan

La belleza de las pequeñas cosas, dice subiéndose a su jaguar color azul poseidon veneno mortal en tono mate. La belleza, dice, con su boquita de tiburón y el bolsillo lleno de papeles del mismo color que el coche. ¿No la ves? Está también en eso, en las piernas del rico al que tanto odias doblando sus rodillas, dejando caer el culo en los asientos de cuero beige con tintes de piel de ciervo del que luego tú te comes en navidad. 

No dejes que naveguen en ti quienes quieren dirigir tu mirada hacia las vísceras de una sociedad empobrecida de valores. Si quieres conseguir dinero para el jaguar y para la piel de los asientos y para el iphone y para la botella de vino de mil novecientos setenta y tres, hazlo libre. Hazlo si lo has pensado y analizado, si sabes que allí, cuando llegues, el tú que quiso conseguirlo va a ser el mismo que lo consiguió. Invierte en todo lo que no pueda llevarse un naufragio. Ve a por ello, fórrate, se asquerosamente rico en pasta y prestigio. Hazlo libre. El que lo quiere conseguir ya es tan rico como el que lo conseguirá. 

Si sabes eso, todo lo demás da igual. 

La templanza y otros básicos

Le hablo de templanza y me dice que le suena a una peli del oeste. 

-Subnormal, eso era Bonanza.
-Ah, yo qué sé.

Supongo que es algo así, esconder términos, desterrarlos del entorno. Supongo que todo aquello que requiere reflexión y mirar adentro y bajar el ritmo y aminorar la velocidad, nos lleva desbocados a recuerdos más livianos, a palabras más frescas. 

-No me compliques la vida que bastante tengo yo con trabajar treinta y tres horas al día. 

Me quedo allí, curiosamente inundada por el término que intento explicar. Podría arrancarle la cabeza ahora mismo, podría zarandearlo hasta ver caer los ojos, el pelo, uno a uno los dientes. 
Pero echo un vistazo a la existencia, es simple, solo presto atención a mis pies apoyados en el suelo, al impulso lascivo que parece adueñarse de lo que soy, a mis ojos buscando otras órbitas. La conciencia hace el resto; frena los impulsos. El caballo encabritado está bajo el mando de las riendas de un jinete que soy yo.
Yo manejo, yo dispenso, yo tengo el mando. 

La templanza, qué bonita palabra, qué difícil tarea cuando el mundo parece un circuito de fórmula uno y dos y trescientos coches circulando a la vez por la misma vía. 
La templanza; saber tirar del ronzal, agitar con el brío preciso el pescuezo del animal que galopa salvaje. 
La templanza, como la hora a la que ve mi padre las pelis del oeste, la siesta, donde todo para, donde todo se ralentiza. Que la calma no es solo permanecer quieto, es saber arrojar la fuerza precisa para que el mundo sea nuestro y no nosotros del mundo. 


jueves, 8 de noviembre de 2018

Evolución

Es que ando entre los extremos del mismo péndulo. Claro que creo en la reinserción de los que fuimos idiotas. Pero también creo que si a un idiota le gusta serlo, no va a cambiar vengan las revoluciones que vengan. 

Y entonces me pasa eso, lo que me pasa otras veces, que desde un lado a otro hay un montón de cuerda en la que mecerse, y quedarse y columpiarse. 

Mírate, por ejemplo, pongámonos en el suelo y te cuento por qué digo toda esta mierda. Yo aún creo que llevas dentro otro modo de plantarte en la tierra, en el mundo, en el entorno. Y hay días en los que mataría por demostrar que es cierto y otros que, mirándote, me voy al otro extremo; este tío es gilipollas y lo primero que debería hacer yo sería asumir eso. 

Pero claro, somos tal maravilla de versos y cadenas y puñales y estacas y flecos que ahí andamos, situándonos según nos parezca. E intervienen las ganas, los deseos internos, lo que consideramos correcto, la libertad del otro, la mía, la que formamos juntos, las dudas interminables que genera caminar acompañado y todo ese embrollo de arcilla, ideas, emociones y tiempo. 

Así que ya me dirás si rendirse, de nuevo, es la elección o si por el contrario sería bueno quedarme, contigo, para testificar que es posible la evolución de los idiotas. 


El cumpleaños de mi padre

A mi padre y su mirada crítica, a la exigencia personalizada, al que saca defectos y faltas. 
A mi padre, al que le cuesta ensalzar las victorias por haberse acostumbrado a mirar las derrotas. A mi padre que tanto ha inundado mi vida de historias que tuve que resolver en trescientas terapias. A mi padre cumpliendo hoy los setenta y ocho, con cita en el dentista porque se le desgastaron los dientes de tanto morder las circunstancias. 
A mi padre con jersey fino en invierno, al que suda un océano en verano, al de las sobremesas diciendo una cosa aunque por la noche diga otra porque no es río y vuelve atrás para coger la fuerza que tuvo, las ganas que tuvo, la senda que anduvo. A mi padre resolviendo problemas, al que está ya bastante cansado de salir a la palestra. Al que ve pasar la vida preguntándose de vez en cuando qué hace en ella. A mi padre y su amor por mi madre, encerrado, pocas veces aireado, con formas diferentes para expresarlo, al que se reconoce porculero e intenta no serlo. Al patriarca que vivió una vida como cualquier otra pero que lleva la suya con honor, honradez y palabra. Al que habla y cuenta batallas y guerras, lo que significa caerse y estar perdido y saber dejarse ayudar por su compañera de camino. A mi padre que cumple unos cuantos y al que aún le quedan muchos. 
A mi padre, felicidades a mi padre, con todo lo que eso conlleva y significa, saberme marcada por su presencia y llevar dentro su esencia, la buena y la menos buena. 

A mi padre escribo esto llorando, porque no siempre tiene uno las agallas de escribir en un párrafo la falta de amor que sentí mientras él trabajaba y trabajaba y trabajaba y traía dinero para que nada me faltara, aunque no supiera quién era yo ni lo que me habitaba. 

Felicidades a mi padre, por evolucionar un poco conmigo y esforzarse en entenderme aunque no todas las veces lo consiga. A la vida, felicidades también a la vida, por escogerlo como ser humano perfecto para presentar el papel de padre adecuado para que yo desarrollase mi guión como persona.

Felicidades papá, siento no poder regalarte un mercedes último modelo, ser pobre por fuera tiene estas cosas, que uno ahonda dentro para encontrar la verdadera riqueza. Y desde ahí es de donde te escribo todo esto, espero sea suficiente para ti como regalo de cumpleaños. 



La vida y sus encantos

Es secundario lo que suceda,
mas me niego a vivir sin apenas darme cuenta.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Quince otoños y el doble de primaveras

Tiene los ojos muy oscuros y tanto mundo interior por descubrir que a veces corre desbocada hacia el futuro perdiéndose lo que está ocurriendo ahora. Tiene ganas y un montón de sueños aún sin ordenar. Tiene creatividad para llenar Marte y Venus y Plutón con un lápiz de cualquier color. Quiere muchísimos más abrazos de los que pide y su silencio casi nunca lo es, porque dentro sigue rugiendo la pantera negra de ojos verdes que lleva en el corazón. 
Nada tienen que ver los centímetros de las suelas a la cumbre de su pelo; caben más kilómetros de vida en sus quince años de los que nunca algunos seres podrán averiguar. 

Es distinta, diferente y única entre los iguales. Nada de fotocopias, de calcomanías; es original. Puede que eso, Luna lunera, te cueste entender muchas de las cosas que te ocurren y ocurrirán, pero verás como pronto, o después o más tarde, aprenderás a amar ese fascinante don. 

Yo te quiero, aunque eso ya lo sepas, te quiero así, entera, en medio y detrás de tu aparente seriedad. Te quiero entre lo tierno y lo salvaje, entre lo dulce y lo desagradable, entre el montón de voces cuando tienes hambre y el silencio encerrado en tus dolores de cabeza.

Y estoy aquí, pase lo que pase. Y si alguna vez no te entiendes, no te comprendeso no te aguantas, ven, que iremos juntas al lugar más grande del mundo mundial, tu corazón. Que a mí no me engañas, que por más que quieras aparentar, por dentro eres como un bizcocho blandito de los que nos hace la abuela para merendar. 

Confía en ti. Confía en la vida. Confía en que las cosas siguen el curso perfecto para que te expreses y te desarrolles. Ay, si pudieras sentir el milagro que tienes dentro. Te quiero pequeña mía, no sé cómo puede caber tanta vida en ese cuerpo... 


martes, 6 de noviembre de 2018

Extremos

Aún tienen poder algunos ojos tristes. 

El poder de arrugar los míos y lo que la mañana del lunes era brisa fresa sacudiéndote de la cueva resultó ser libertad para ti y deshechos para mí. Somos el apoyo de quien se siente débil aunque la mayoría de veces, la recién estrenada fortaleza ajena ya no vuelva para ver si es ahora cuando tu debilidad salió de la trinchera. 

Vuelvo a mí y a mis anclajes, a saberme dueña del junco que no se quiebra. Pero ay del poder que otorgamos al alrededor cuando nos sentimos solos en la isla desierta. 

Me quemo por dentro y se me hacen trizas todos los abrazos con los que iba sostener el mundo. La dulzura que ofrecí es ahora un déjame en paz bien grande debajo de cada paso que doy. Voy al taller de poesía esta tarde deseando vomitar entre rimas las garras asesinas que, espero, se carguen lo que me ocurre. 


Me ha tocado esto, dicen los cobardes

Amo la libertad por encima de toda las cárceles abiertas, amo tus decisiones, tus prioridades y lo que elijas para soñar antes de dormir. Amo los intestinos ajenos que decidieron pensar por sí mismos, lanzarse al vacío de este juego, decidir qué hacer los martes, los viernes y todas las madrugadas de noviembre. 

Amo la libertad ajena tanto como amo la mía. 

Lo que no soporto es a quienes viven y mueren quejándose de las vidas que les han tocado. Los que dicen ya me gustaría a mí tener tiempo, parece mentira que no sepas que yo en realidad haría otras cosas, si yo pudiera, si yo eligiera, si yo volviera a nacer. 

A esos, a las víctimas de sus propias vidas, a esos no los aguanto.

Porque siempre hay unas riendas desde las que dirigir las miserias. Porque incluso cuando las cosas vienen hechas, cuando el camino está servido, aún así, siempre hay un timón que agarrar, astas a las que anclarse y hegemonía visceral desde la que exprimir lo que llamamos azar. 
Pero no. No lo hacen. No quieren aunque digan que no pueden. 

Dime que tu prioridad no es el amor. Dilo. Dilo abierto y sincero. Pero no me digas que sabes que lo importante es el amor, pero que sigue siendo, 
todos los días, 
todos los días, 
todos los días, 
mucho más urgente el puto trabajo. 

lunes, 5 de noviembre de 2018

Retiros

Si coges un trocito de espacio, de tiempo, si como hogar escoges la cueva íntima, personal y solitaria, si te apartas e inundas de montaña el salón de tu casa y escribes y tocas y escuchas música y apagas el teléfono y te relacionas por señales de humo denso, silencioso, que sea, digo yo, para salvarte de los huracanes y de la tempestad. 

Que sea para plantar flores justo en los rincones que más secos se hayan quedado. Para oler a primavera, para sanarte, para admirar las heridas, para recolectar algo de leña por si luego, el lunes, fuera de la cueva, viniesen de nuevo los fantasmas laborales a estropear lo que forjaste. 

Pero si coges ese trocito de espacio para todo lo contrario, para remover la arena sólida que ya había cogido asiento, y para abrir de nuevo los armarios en busca de tu colección de látigos, si en la cueva dejas entrar tus más oscuras ideas y te lanzas desde la cumbre de la montaña al vacío íntimo y personal, escucha lo que te digo, no lo hagas más.

Que los oasis son para amarnos, para plantar palmeras, para llevar agua fresca. Los oasis son para coger fuerza, encontrar la alegría, para moverte ligero por la existencia. Para perdonarnos, para entendernos, para abrazarnos, para darnos el visto bueno, para soltar peso. 

Lo otro es como si alguien sano entrara en la unidad de cuidados intensivos para ponerse enfermo. Y tú no estás enfermo. Ni loco. Tú eres agua limpia, ganas y el protagonista del juego. Y para eso este texto, por si las sombras no te han dejado recordarlo. 


sábado, 3 de noviembre de 2018

Cuando Gastelo me habló de música

No imaginé que hubiera tanto ruido. Miles de siglos soñando con París y resulta que no, que no es perfecto. Los sueños tienen eso, son el sitio adecuado donde con un poquito de realidad nos montamos una fiesta. 

Pero a la verdad verdadera no le importa si le pones flores, si se va la luz o si resulta que se acabó la primavera. La verdad, la vida, ES. Y aunque no sea yo la protagonista, ella sigue, continúa, frena, avanza y se reinventa como si le importara poco quién va a vivirla, si va a ser tuya o va a ser la vida de otro

Y aún así, coger mi trocito de verbena, exprimirlo, pintarme de verde, volar a ras del suelo, conocerme, quererme entera. Y si un día se acaba que me encuentre pensando en azul sabiéndome solo el agua que la vida mueve. 

jueves, 1 de noviembre de 2018

Hay un idioma dentro

Más allá de cómo se llama tu carrera, prefiero saber cómo la llevas, cómo te sientes estudiándola. Más allá de lo que ganas, dime qué te supone levantarte a diario con el grito de un despertador. No me interesa lo que te costó el abrigo, quizá por qué lo elegiste de ese color. Cómo te sientes, qué sientes. Cómo piensas para saber qué hay en ti, a través de ti y detrás de ti. 

Pero ellos solo quieren saber cuánto dinero gano, qué edad tengo y qué voy a ponerme el sábado. Quieren saber el resultado del partido y la última declaración de no sé qué Casado. ¿Has leído el periódico? ¿Te has enterado? Van a subirle la cuota a los autónomos. 

Me interesan las afueras como medio para asomarme a tus adentros, pero tu dinero, tus conocidos famosos y cuántos cargos tienen las personas con las que cenaste ayer, influyen más bien poco. 

No sé manejarme en otros idiomas, me aburro, es como si me hablases, durante mucho rato, de los colores de los zapatos de los que estaban a tu alrededor. ¿Cómo son? ¿Cómo es el director de marketing de la organización? ¿Se ríe a menudo? ¿Te trata bien? ¿Es amable, distante? ¿Gasta bromas, habla mucho, bebe demasiado? Qué sé yo, no me hables de gente, háblame de las personas. 

domingo, 28 de octubre de 2018

En las buenas y en las malas, pero sobre todo en las malas

'La gente es muy egoísta, solo te llaman cuando te necesitan'
Y pienso, ¿por qué es eso tan malo? 

¿Sabes? Ojalá nos llamásemos cuando más nos necesitamos, cuando las cosas te vayan mal, cuando no alcances a ver mejor, cuando las gafas de lejos y las de cerca y las otras estén sucias y todo ese rollo. Cuando se te olvide lo que vales, lo que eres, lo que creces. Cuando las sombras y los túneles y todas las otras mierdas. 
¿Y sabes qué también? Que no hace falta que me llames cuando las cosas vengan al revés. 

No voy a decirte que no me encantaría verte y olerte y disfrutarte cuando sonríes, no puedo negar que me apasiona la felicidad ajena, que tiemblo ante tus carcajadas, que no hay nada más bello que ver llegar la primavera justo después de un invierno. Pero que adelante, que lo hagas, que sigas, que vivas. 

A mí me pasa con la escritura, a veces, que solo lo hago cuando no logro enderezar las curvas, y cuando bailo y vuelo y hago el amor trescientas veces al día no me acuerdo del teclado. Y si es una obligación venir a contarlo, pues vaya mierder. Porque amo la libertad por encima de las cárceles, porque si no sale, no sale y no hay nada ni nadie, gracias a dios, que pueda anular eso. 

Así que si no te sale compartir conmigo las alegrías y sí necesitas que te acompañe en las penas, pues aquí me tienes, los días en los que no aparezcas, ya sabré yo que es porque estás feliz, porque te entretienes y porque es la vida tan intensa que te la estás bebiendo entera. 
Eso, mi imaginación y la certeza de que eso es lo que te está ocurriendo ya son buenas para mí. Tal vez la egoísta sería yo al querer que vengas cuando yo quiero que vengas y no cuando tú decidas venir. 

Eso es todo lo que he podido averiguar del amor a otros, que no depende de lo que hagas conmigo, si no de lo que hagas de ti. 

Más o menos, ¿eh? Que aún a veces me enfado y me enfurruño y me pongo triste porque las cosas no son como 'yo' quiero que sean. Pero eso es asunto mío, no tuyo. Y de eso ya me encargo yo, lo mismo te llamo porque te necesito y las cosas van mal y mis gafas de lejos, ni las de cerca ni las de en medio me dejan ver mejor. 





sábado, 27 de octubre de 2018

Limpiar dentro, oler mejor

No me dejas entrar a tu casa porque está sucia, dices. Porque está llena de expedientes y asuntos sin resolver. Porque hay carpetas que no has tocado en años y polvo para dar y vender.
Me pregunto por tu corazón y sus rincones, por tu mente con telarañas y por tu alma-estantería llena de velas sin prender. 
La última vez que entré fue hace unos meses. A veces parece que abres la puerta blindada y dices te amo, te quiero, te quiero cuidar. 
Escoba y trapos, terapia y llanto.

Mas los candados, al rato, se erigen en modo defensa y muertos de miedo, acorazados, me dejan de nuevo en el rellano, en el acceso; un mendigo pidiendo alimento y tú, en silencio, fingiendo que no hay nadie dentro. 

Ya dejé de llamar, dejé de querer ayudarte a limpiar. Dejé productos de higiene y desinfección, dejé mi hombro de apoyo escayolado, dejé de ofrecerte mis manos y entendí que no puede oler bien la alcoba de una casa de un dueño de una vida sin atender. 

Es una pena, pienso, que pudiendo tirar los trastos, hacer espacio, crear ambientes, pintar de blanco y decorar, sigas viviendo en un trastero amontonado, lúgubre y sin aprovechar.

Mas aquí sigo por si un día te decides a inundar de luz la oscuridad.

jueves, 25 de octubre de 2018

El orgullo de ser 'padre'

Pero hay quien solo sentirá orgullo cuando hagas, cuando demuestres, cuando alcances. Hay quien no sabe de acciones ni hechos salvo de resultados. También hay quienes se alegran si tienes éxito y fama y reconocimiento pero siguen sin sentir orgullo si no ganas pasta. Los hay así, que piensan en lo que tienes en el bolsillo antes de mirar qué tenías en el alma, qué te mueve, qué te inquieta, qué te atormenta. 

Ojalá el orgullo albergara el simple hecho de estar vivo. Ojalá aquellos que solo ven la ropa supieran cuán desnudos andábamos y que allí, así, también éramos triunfo. No me gustan los que solo ven las afueras, no me gustan los que valoran solo el lugar al que llegas, no me gustan los mezquinos. Me gusta el verso que ensalza al ser humano, los pliegues, las agallas, las penas, el enjambre de ideas. Un corazón roto vale tanto como uno enamorado y la cordura es tan bella como los insensatos. 

Te amo, más adentro de lo que hagas, más lejos de lo que logres, más profundo de lo que alcanzas. 
Andamos en el mismo barco por mucho que me llames naúfrago de vez en cuando. 

lunes, 22 de octubre de 2018

Llamo al amor para poder escribir(te) esto...

Cuando una teta quería alejarse, cuando el lado contrario al corazón quería despedirse. 
Cuando en el centro del pecho un disparo, y una bala, y un diagnóstico y un esternón herido por el flanco izquierdo. 
Cuando aquello tuvo nombre y desvalida perdí el cabello y apareció dentro el temor, cuando masticar me costaba y aprendí a morder sin lastimar. Cuando, ya sabes, todo eso que no puedo narrar por mucho que lo cuento. 
Cuando la fuerza y la debilidad fueron verbo aquí, en el centro del pecho. 

Cuando médicos y enfermeras y ese montón de medicación que antes era ajena. 
Cuando yo. 
Cuando lo contaba y daba pena y querías gritarles a todos que la pena solo puede albergarla quien ya la lleva. Que yo soy río y sangre y heridas en vena mas no transito los caminos lúgubres que intuyen los que, como siempre, no saben de qué va el tema. 

Cuando yo. 
Cuando caigo y me levanto, como tú. 
Cuando morir sigue siendo una opción, como ya lo era y aún así aprender, desaprender, vivir despierta. Como tú deberías hacer, aunque no quieras. 

Cuando enferma te hablo lo hago desde el otro lado de la trinchera, donde no hay escondites y muros ya no quedan. Aprovéchame para ensalzar la belleza, yo lo hago, aunque algunas noches, lo sé, me cuesta. 

Estoy aquí, no soy solo lo que estoy contando. Soy todo lo demás, sigo siendo todo lo que parece que no cuenta y sin embargo va a ser lo que me cure y sane y salve de este aparente letargo. Soy. Soy. Soy. La entereza, la vulnerabilidad. Quizá esté jodida, pero siempre confío, entera y plena, en volver a estar contenta. 

Calendario de demostración

Me he puesto una alarma cada tres horas para escribirle un mensaje diciéndole te quiero. Lo hago así no porque se me olvide que la quiero, pero sí es más común que se me olvide decírselo. ¿No os pasa algo parecido a vosotros? Porque ella dice que es inaceptable no expresar lo que uno siente, dice que si lo dices y lo demuestras la otra persona está más tranquila, más a salvo, más estable. 

Yo tengo mis dudas, pero como la quiero, la entiendo. O al revés, como la entiendo, la quiero. ¿No os pasa algo parecido a vosotros? ¿Que no tenéis muy claro si primero se conoce y después se ama o viceversa? Dicen las malas lenguas que primero se conoce y después se quiere, pero pregúntale a los enamorados que llevan viéndose tres semanas si se quieren. Pues eso. Que ni idea. 

Me he puesto la alarma a las seis, son las cuatro. Quiero decírselo ahora, pero solo ha pasado hora y media del anterior mensaje y ¿sabes qué pasa si mando uno ahora? Que si luego, por lo que sea, por hache o por be o por zeta o por erre que erre, pasan doce horas sin el tirorí del mensaje, ella me dirá que estoy raro, que qué me pasa, que si es que ya no siento lo mismo que sentía y que se siente menos tranquila, menos a salvo, menos estable. 

Es difícil relacionarse, ¿no lo creen? Como vamos cambiando, mutando, evolucionando, moviéndonos, trasmutando, creciendo, avanzando, hay que tener en cuenta que el otro tiene que hacerlo de la misma forma para que sigamos encajando. Y no sé qué pensaréis vosotros, pero eso es difícil de cojones. Nosotros, por ejemplo, vamos tirando. Aunque ir tirando no siempre sea encajar a la perfección. Aún así, aquí seguimos, vete a saber por qué. Seguramente se deba a cosas como la de la alarma, que quizá os parezca ridículo pero a nosotros, ya ves, nos va a mantener unidos. 

No sé, cosas que pasan. La vida es rara y nosotros aún más. 


sábado, 20 de octubre de 2018

La línea más corta entre dos seres humanos es, no sé...¿el insulto tal vez?

Tu independencia e individualidad deben ser partes de mí que aún no he tratado. Lo digo por la rabia que se me aparece cada vez que te las veo. Cuando las aprecié dentro, un millón de puertas se me abrieron, todas resolvían acertijos, algunos de los cuales ni siquiera me había preguntado. 

Pero son, en desmedida abundancia, semillas perfectas para sentir mi propia ira arañándome la espalda. De repente una manada de tripas en la garganta y el rechazo está servido, a lo que es, a lo que pasa, a lo que no surge. 

A este corazón fornido y esbelto se le pudren los huesos y lo que era diamante se transforma en barro débil, maleable y extremadamente vulnerable. 

Aún disparo hacia fuera cuando me asusto dentro. Como si lo de que no cuentes conmigo fuese en realidad esencial para mi equilibrio. Cuando olvido que soy yo y solo yo quien puede salvarse de cualquier abismo auto-creado, la mirada se entretiene en los suburbios. Allí no hay nada, bien lo sabes, nunca fuiste tan importante como para ser motivo de llantos. Sigue siendo mi propio cáncer el que espera ser amado, cuidado, abrazado y renovado por unas manos que no son las tuyas. 

Hace tiempo que sé que no puedo contar contigo y sin embargo, de nuevo, un mendigo con mi cara espera ser curado con saliva cuando la herida alcanza los doce metros de ancho. 

El automatismo aún llega, de vez en cuando, a buscar fuera el amor del que ya estoy hecha. 

Te pueden ir dando por culo, sería la forma más rápida de resolver este asunto. Que así sea, gritan todos mis feligreses. Sigues siendo un mero trámite para resolver mis propios asuntos, aunque ya sabes que aún a veces me confundo. 





jueves, 18 de octubre de 2018

Por eso las lágrimas saben a sal

Hazlo como haces con las olas del mar. Las ves avanzar y corres hacia la orilla y llegas y pisas y tierra firme en la puntita de los pies.  

Hazlo como haces con las olas del mar. Te alcanzan y lo único que haces es saltar un poco y ver cómo te traspasan y continúan hasta romperse mientras sigues en el agua, quieto, inmóvil, con tus pies bien anclados al fondo. 

Hazlo como haces con las olas del mar. Te pillan nadando y te asolan y te sumerges y tragas tanta agua que cuanto más luchas, más tragas. Algas, polvo, arena, sal. Y te quedas quieto y sabes que cuanto más bracees, más agua y más polvo y más arena y más sal. Y sueltas y la ola te mece y te lleva donde te quiere llevar. 

Hazlo como haces con las olas del mar. La tristeza es agua, a ver por qué te crees que te dan tantas ganas de llorar. Pues así. Dejarse llevar cuando más tristes estás es el único remedio que encontré para salvarme, para que el destrozo no fuera tal, para no cansarme ni ahogarme en el intento de no querer llorar. 

miércoles, 17 de octubre de 2018

Salvaríamos el planeta entero si comenzásemos por lo individual

Pero aún hay quien quiere tener hijos para adornarlos, para pasearlos en el mejor carricoche del mercado y que si la cuna no es nueva sabe, a la perfección, que no se criarán bien.

Y aún hay quién necesita de una pareja para sentirse más y más solo, porque precisamente la soledad es lo que más ansía, por mucho miedo que dice que le da, y buscará aquel tipo o tipa con quien la pueda experimentar. 

Aún hay quién cree que no sabe dibujar. Dibujar. No saber. No van en la misma frase por más que todos los directores de todas las galerías de arte lo dijeran en el decálogo del buen crear. Todo el mundo sabe dibujar, porque dibujar es pintar con un lápiz. Nada más. 

Y aún hay quién no improvisa, quien declina planes por no ir vestido para la ocasión. Y quién cree que si alguien te deja es porque tiene a otro a quién amar, como si eso alguna vez NO fuese verdad. Siempre hay alguien a quién uno quiere más cuando se deja una relación, siempre hay alguien a quién amar más y mejor y es uno mismo, y que por eso te dejan, coño, a ver si te enteras de verdad.  

Y que aún hay quién quiere saber el sexo del hijo del mejor carricoche al que adornarán. Digo yo que será porque saben que las mujeres son así y los hombres asá, porque claro, como los conocen a todos, ya saben de antemano cómo será el hijo al que, por supuesto, ni puta idea de criar cuidar. 

Y quien mira en internet cómo educar, y quien estudia una carrera para el contento familiar mientras se hace más pequeño cada tarde delante de su Mac. Y es curioso que cuanto menos practiquen unos padres el idioma emocional, más idiomas querrán que sepan sus hijos, los del lazo en la cabeza y la ropa de mayoral. 

Y que aún hay quién se indigna, como yo, cuando ve un mundo irreal que parece verdad. 



martes, 16 de octubre de 2018

La marea

Cuando no sirve escribir ni dibujar ni saltar ni ponerte a bailar. Cuando ni el chocolate ni unas pocas gambas ni toda la cerveza del mundo mundial. Cuando ni amigos ni madre ni sobrinas ni las vistas que no ven los del cementerio municipal. 

Cuando ni el vino, ni las piedras ni un bebé ni las flores ni el verano. Cuando ni dentro ni en las afueras ni siete mensajes de (des)amor. Cuando ni allí, ni aquí ni el sueño con el que sueñas, ni el recuerdo ni el más allá. 

Cuando no, ningún sí lo puede arreglar. 

La atención y otras verdades pasajeras

Buscar el amor dentro y tener que traer recuerdos. Cerrar los ojos y rememorar que una vez, antaño, albergaba lo tierno y el deseo de la carne y el rato a medias. Escuchar el café caer en la taza y saberme recipiente esperando ser llenada y colmada de algo que se parezca un poco menos a este otoño que me acaba de entrar. 

El amor. Como si hubiera olvidado que solo son trozos sueltos. Digiero y me oxigeno, tengo un estómago y unos pulmones que se encargan de ello. ¿Pero digiero y me oxigeno solo cuando lo pienso o siento? No, ya sé que siempre sucede, como el amor dentro. Son trozos, digo, porque parece que solo existiera cuando le presto atención. Supongo que no me explico, pero yo al menos me entiendo. 

Amar a alguien y ver el hueco es lo que ha pasado antes, cuando empecé este texto. En la media hora previa no había emociones, ni tiernas ni de ausencia, hasta que zas, el café cayendo me lleva al destierro fugaz y momentáneo de saberme recipiente vacío hasta que yo sola me lleno, cuando termino este texto. 

lunes, 15 de octubre de 2018

Interiorismos y experiencias

Quizá el paso de los días haya hecho de mí una mujer incierta. 

No hay valentía; sería como decir que el agua viva, bajando por el río, lo fuera. 
Cuando soy, cuando no interfieren en mis haceres los pensares, no puedes llamarme valiente, mas valentía es lo que soy. 

Que quizá el paso de los días haya hecho conmigo lo que él quería. 
No advierto ternura, no me abrazo, porque soy solo una no fragmentada en partes que se cuidan unas a otras. 

Luego sí, a veces, cuando la tierra se moja y me abre sus grietas y sorprendida y atemorizada deambulo en el fondo de un pozo oscuro y lleno de sombras, aparezco. Y percibo la valentía y la ternura y me abrazo para advertir, una vez más, que sigo siendo el agua viva bajando por el río y también la tierra sobre la que me deslizo. 

Y de nuevo el paso de los días vuelve a hacer de mí agua incierta, como mujer viva fluyendo por el cauce del río. 

1er absurdo: No criticaré a quienes critican

¿Sabes? No dejaron a nadie libre de culpa, o no sé, de hacer las cosas 'bien'. Ellos saben hacer de todo y conocen todo y son elegantes y saben dónde comprar, y tienen buen gusto y uy, no, eso no lo haría yo ni loco. Y así pasamos la comida de ayer, un ir y venir de opiniones que dejaban a los protagonistas de la opinión a la altura de donde yo tenía tenía los tacones.

Observo cómo me hace sentir que lo hagan. Me observo iniciando la crítica dentro, salvo que en vez de juzgar a otros, los juzgo a ellos por hacerlo. ¿Es lo mismo? No sé por qué lo hacéis, por qué utilizáis los 45 minutos de reunión para dejar por los suelos a quien no está. Pero no lo digo, me callo y de nuevo opto por un silencio que, dentro de mí, deja más ruido que las máquinas que limpian las calles a las seis de la mañana. Run run. Todo esto pasó ayer y fíjate, aún me sigue aquí el eco. ¿Qué decías de ruido?. 

No me gusta, no me siento bien, me incomoda la crítica, el yosoymejor, como si los demás no tuviesen ni idea de cómo se hacen las cosas bien, pero bien de verdad, como yo. En un mundo paralelo a lo que ayer pasó, yo cogía un cuchillo, me subía a la silla y empezaba a gritar, queréis callaros cabrones, queréis dejar de decir que todos son peores, que todos os caen mal, que no saben aprovechar el dinero, que no saben llevar las riendas de su vida, que no saben criar y educar hijos, que son un quiero y no puedo, que si vosotros tuviérais lo que ellos tienen, que no aprovechan la vida, que no saben de lo que van las cosas, que las cosas hay que hacerlas bien o que no las hagan. Queréis callaros de una puta vez y miraros al espejo para ver que sois uno más, ya está, que ninguno tenemos ni puta idea de nada aquí, en la vida, que nacimos por el mismo sitio, que el dinero no te hace feliz, que no tienes corazón, que lo tuyo no es mejor que lo de otro, que eres un puto individuo más. 

Pero no cojo el cuchillo ni me subo a la silla y ni siquiera soy capaz de esbozar una palabra. Me limito a cerrar los ojos, a coger el móvil un rato, a mirar al suelo y ver qué tengo dentro y a decir, adiós, hasta luego, es que tengo que trabajar. 

Y no digo ni hablo ni expreso porque sé que las consecuencias no las quiero asumir. Que no quiero sentirme aún más extraña en casa, ni siquiera quiero ser la diana de la próxima conversación dañina y cruel, que no quiero que mi madre se sienta mal porque sus hijos no opinan igual (esto a mis padres vete a saber por qué, les pone un mal cuerpo que ríete tú de un enfermo terminal), que la enorme distancia a la que estamos es lo suficientemente incómoda para agrandarla aún más y que siguen siendo las ¿raíces? a las que me aferro cuando todo va muy, pero que muy, verdaderamente mal. 


domingo, 14 de octubre de 2018

El péndulo y otros peligrosos extremos

Te leo. Va a hacer seis años que te dejó por irse con aquella a la que tantas veces llamaste puta. Te leo poniendo mensajes en facebook, por si te lee, por si se da por aludido, para que sepa, para que se acuerde, para que todos tengan claro quién es más malo de los dos. 

Seis años. 

Teníamos abundantes frases de autoayuda y estábamos tan hasta los cojones que creamos, cómo no, el apabullante mundo contrario: dejadnos sanar, joder. Dejad que nos curemos, dejad que investiguemos nuestra herida y nos abracemos y entendamos y aprendamos, de nuevo a renacer. Leía ayer un artículo sobre esto, entendiendo, comprendiendo y compartiendo todas y cada una de las heridas. De verdad. 

Pero seis años. Aunque esto realmente da igual. 

Seis años pueden ser media vida, un cuarto y mitad o apenas un mes. Y el problema de los extremos es que nunca son verdad verdadera total. 

No es apropiado esconder tu herida, disimular, maquillar, tú lo que tienes que hacer es salir más, no te merece, tú vales más, mierdas parecidas y arréglate que verás qué bien. 
Y no, tampoco es apropiado mirar la herida viéndola empeorar, encariñarte con la sangre y llevar por bandera tu tremenda y extensa, oh dios mío, desolación.

Digo yo, tal vez, que en medio de la danza y el traspiés podemos ser. Que habrá que salir para poder entrar, y esconderse para que nos encuentren. Que no te pintes los morros de rojo si no te apetece, si ya todo dentro es de ese color, dejadnos sanar no es convertir tu enfermedad y tu herida y tu brecha y tu desamor y tu traición en tu identidad. Dejad que nos curemos es para los que saben que una cosa es estar enfermo y otra muy distinta, serlo. 

Hasta los cojones del 'todo problema es una oportunidad como del 'nunca jamás me recuperaré'. 

Día de feria

Subes por una de las cuestas de esta apabullante montaña rusa; observas el paisaje, la velocidad es lenta, tienes tiempo de admirar, de maravillarte. Es domingo por la mañana. Los domingos  la montaña rusa te ofrece sus curvas a manos llenas, bajadas y descensos, la velocidad se mantiene pero el estómago se revuelve y las tripas no se acomodan. 

Una llamada de teléfono estalla y zas, eres relámpago, huracán y tornado. Un giro, el viento, el pelo revuelto y sacudida de sesos dentro del cráneo. Cualquier cosa, llámalo trabajo, tareas, prisas, importancias, no queda tiempo, no llegamos, hazlo de manera urgente. 

Y el abismo está servido, veloz, sin frenos, ráfagas intermintentes, ¿dónde estaba yo antes?, ¿qué miraba admirada y maravillada?. La vida y sus numerosos guantes. El tacto que era suave y ahora es esparto, la brisa que es ahora tormenta. Y te vapulea y zarandea las entrañas y sus alrededores. El ritmo, la dirección, las cuestas, la cumbre, el final de nuevo un inicio, la línea de salida otra meta y tú, y tú, y tú en medio del bosque, en una ciudad, creyendo que el mar va a salvarte de bordear los raíles, soñando con que el cuerpo descarrile y desaparezca la montaña rusa, el parque de atracciones y esta salvaje feria ambulante. 

Oh. La vida con sus prisas en calma. 
Con su tranquilidad acelerada. 
Con todos sus opuestos explotando a la misma hora.  

sábado, 13 de octubre de 2018

El (sin)sentido de mi vida fue buscarle sentido a mi vida

Pues yo qué sé, no ves que no tengo ni idea de nada, que cuando alguien me habla le digo, le suelto, le explico y a los cinco minutos quiero desaparecer. 

Pues eso, no sé, que llegué a este lugar y que sigue sin tener sentido nada de lo que hago. Y qué. Que da bastante igual. Luego miro a mi sobrina crecer, y le salen tetas y quiere ir a comprar al centro comercial el día de su cumpleaños. Y hacía solo dos días que dije, no sé a quién, que ella sí que tenía ángel y que era especial. Como yo. Que también le dije a mi madre que quería comprarme ropa y que no tenía dinero. Y me lo daba, ¿sabes? me dijo, yo te lo doy. Yo qué sé. 

Que es sábado y mis padres no están abajo, y han puesto la alarma porque tienen miedo de que les roben. Hablaba esta mañana con Laura, que no conozco salvo de instagram, y también tenía miedo. Y mi otra sobrina también, y que por eso no va a ir a ver 'La Monja' en el cine, que prefiere una comedia de amor. Y así vamos por el mundo, acojonados. Está bien, yo también tengo mie... No es verdad, no me da miedo sufrir porque ya sufrí un montón y como vi que aún así, la cosa no dejaba de respirar, pues pensé que pa'qué tanto pánico si nos vamos a morir igual. 

Qué cosas, de verdad. 

Me gustaría que mi libro 'La vida es ahora... después' llegase a América. ¿Sabes que la distribuidora se queda con el 70% del precio del libro? A eso súmale impresión, porcentaje para el librero y digo yo que el aduanero algo querrá también. Total, que me veo haciendo cuentas y el total que me llevaría yo es cero cerapio. Pues muy bien. Pero lo vamos a hacer porque... No sé por qué lo vamos a hacer, pero sí, esta vez sí. 

Y nada, yo qué sé, escribo, cuento cuatro mierdas y me haré un café. ¿No os parece que la vida es la cosa más absurda que has podido imaginar? Sí. Y es fantástica, ¿a que sí? 
También. 



viernes, 12 de octubre de 2018

Si alguien sabe lo que es la razón, que me la de

Es super gracioso. Debates y más debates, tertulias, encuentros, programas. Todos vamos a decir nuestras opiniones. Humildes, eso sí. Vamos a decirlas gritando, apabullados, con aspavientos. Vamos a hacerlo con el fin de... Bueno, el fin da igual.

Es divertido. Yo digo lo que pienso, tú dices lo que piensas y luego nos peleamos para convencer al otro y que, por obra y gracia del espíritu santo de la contradicción, se de cuenta de su magno error y oh, dios y líder de la manada, gracias por abrirme los ojos, por hacerme ver que estaba en un erro... Que no! Que tras una discusión acalorada en la que se enfrentan dos verdades, jamás de los jamases, uno de ellos logró convencer a otro. Así no. De otra forma tampoco, pero así no. 

Nada, que qué entretenido todo. Qué pasatiempo. Qué diversión. 

miércoles, 10 de octubre de 2018

También suelen ser verdad las palabras que apenas dicen nada

Y a veces, sí, ayudar a otro. Y cuando dude, y cuando tiemble, volver a decirle que le quieres. Aunque ya se sepa, y se entienda y llevéis catorce millones de años al lado. A veces sí, meterte en su sensación, en qué podría estar pasando, en quitarse de en medio, en no creer que está equivocado, aunque lo esté. Bajar del pedestal, volver al suelo, hacerse pequeño y desde allí volver a gritar, claro que te amo. Claro que estoy aquí. Claro que sí. 

Es sencillo. Solo se trata de desnudarse un rato. De ver cuánto nos parecemos unos a otros. Es sencillo. Saber que además de ínfimo e innecesario, eres sagrado, tan trascendental como para que alguien crea que lo que dices es verdad. 


Mamá

El otro día, en la cama, antes de dormirme, pensaba en ella. En la suerte que tengo de... Bueno, primero pensé en la suerte de tener una cama y una medio manta que me tapa ahora que empieza a entrar el frío. Seguí sintiendo dentro la gratitud y me acordé de mis padres. Ella. Mi madre. Recordé los momentos del día en los que habíamos hablado y habíamos reído y habíamos comido y cosido y ayudado. Esto último casi siempre es en una sola dirección y, qué casualidad, yo soy la diana. 

Pienso en ella y me emociono. Sus ojos, las gafas, las ojeras marcadas y esa fuerza/potencia mental que ríete tú de los pequeños saltamontes que aprenden lo de 'el poder está dentro de ti' en no sé qué sección de autoayuda. 

No podré vivir cuando ella no esté. Esas cosas se saben. Ya sé que la vida seguirá transitándome, atravesándome, habitándome. Y respiraré. Y ninguno de mis órganos se parará de golpe. Pero créeme cuando te digo que no podré vivir sin ella. Y me la tendré que traer a cada instante y me obligaré a hacer los recuerdos presente. 

El otro día, en la cama, antes de dormirme, también lloré. Por la inmensa suerte de tenerla en frente sin esfuerzos de memoria. Por no tener que cerrar los ojos para verla. Por poder cansarme y estresarme y agobiarme cuando me manda un audio de tres minutos y medio para decirme, justo llegando al final, que no recuerda exactamente qué es lo que me quería decir, que ya si eso, nena, te llamo luego, cuando me acuerde. 

El miedo y otros carteles

El miedo, que tanta fama tiene últimamente, el miedo al que culpamos de todo. El miedo, ni puñetera idea de lo que es, pero se nos va la boca, larga y extensa, responsabilizándolo de lo que hacemos, de lo que no hacemos y de lo de más allá.

-Ya sabes, son los miedos
-No, no sé. ¿Qué son los miedos?

Y no supo contestarme. Era la primera vez que miraba de frente a aquellos mosntruos, aquellos fantasmas. Los miró de frente y resulta que solo había palabras, ni siquiera un hecho, un acto, una experiencia ni un recuerdo. Decía 'miedo' y el resto quedaba anulado. 

Tenemos miedo. Como filtro para protegernos, tenemos miedo de ponernos malos, por eso cogemos una chaqueta y no vamos en bolas por la calle. Y miedo de que nos duela el estómago y por eso no nos comemos un trozo de carne con zonas verdes y amarillentas. 

El miedo es necesario, básico, intrínseco a los quehaceres varios a los que nos dedicamos. 

Luego, no sé cuándo ni cómo, comenzamos a hacerlo grande, a poner un muro entre nosotros y el resto de cielo. Somos gilipollas, creo. Si tienes miedo a algo, al menos preocúpate de saber qué encierra, qué hay detrás de la palabra que tan bien queda en los textos. Escucha tu propia explicación al respecto si tuvieras que contarle a alguien de qué está hecho, qué es, en qué consiste esa jodida sensación a la que le echas la culpa de vete a saber qué. 

lunes, 8 de octubre de 2018

Te conozco, dicen los que mienten

Quién sabe cuántos mensajes a tu novio, en una de esas madrugadas en las que no puedes dormir, habrán iluminado una habitación a oscuras en la que él se tiraba a otra. El móvil en la mesita y de repente, una boca, dos lenguas, cuatro piernas. ¿Lo sabes? ¿Podrías afirmarlo en un juicio en el que estuviera en juego vuestra relación? No. Poner la mano en el fuego por alguien es como querer que las rosas nunca dejen de oler. 


Creemos conocer a quienes también dicen conocernos. Y es cierto. Lo que conocemos, lo conocemos bien, menuda patraña. Ahora bien, háblame del comportamiento en situaciones que aún no han ocurrido, que aún no se han presentado, que aún no te han traspasado. Háblame de emociones y pasiones y otros látigos desconocidos que esperan dar la cara en tu presente. 

No sé quién seré en ninguno de los rincones que aún no he transitado. No lo sé. A decir verdad, solo conozco en mí aquello que ya se ha mostrado. Mas quién soy yo, la que escribe, para conocer y hablar y saber qué será de un pueblo acostumbrado al calor cuando a un invierno le de por helar la naturaleza. 

Por contagio, por inercia, seguiré siendo lo que hasta ahora he sido. Pero la vida, oh, la vida, a su libre albedrío y antojo, deseando experimentarse nueva, de estreno, tal vez me ponga contra unas cuerdas azules y verdes o marrones de las que aún no he aprendido a descolgarme después de haberme ahorcado. 

Un novio en una habitación de hotel tirándose a otra. Tal vez algo tan común como eso pueda hacer de ti una asesina, una depresiva, una maniática o la próxima hermana que se alista en el convento de la ladera. Es curioso, me habito a cada instante y sin embargo, latente espera una perfecta desconocida. 

sábado, 6 de octubre de 2018

A los libres rodeados de barrotes

Tengo especial predilección por los débiles, por quienes quieren arrinconarse en un lado de la vida sin dejar de mirar qué cojones va a pasar en ella y cuándo van a decir su nombre por megafonía. 

No me gustan los del rincón de la cobardía y el ataque. A veces estos son los que andan en primera línea. Un cobarde no siempre se esconde, es más, hay algunos a los que se les oye más que a los valientes. Los cobardes, me refiero, son quienes se esconden detrás de la crítica, los que llevan siempre afilados los costados de una lengua que arremete contra aquello que suena diferente, que no da dinero suficiente y que no entra en el esquema mental que estructuró en egb y que sigue impoluto y al margen de los cambios que te va ofreciendo la vida. 

Si te vas, por ejemplo, a estudiar fuera y por lo que sea te vuelves. 
Si te enamoras y tienes tanto miedo de que las cosas funcionen que te tiemblan las piernas y el hígado y ya no recuerdas si tenías corazón o pene, ni con cuál de los dos estás sintiendo. 
Si coges el trabajo que no quieres coger y aún así te levantas y te esfuerzas y lo haces lo mejor que sabes y puedes y hasta te quedas cinco minutos más para terminar lo que empezaste. 
Si escribes y dibujas y esculpes y cocinas y bailas en una sala de estar que llevas una semana sin barrer. 
Si te vas al paro durante un tiempo porque no puedes, porque te agotas, porque necesitas descansar. 
Si sales a correr y pesas trescientos millones de kilos pero lo intentas. 
Si no quieres estudiar porque lo que necesitas es salir a cenar con tu chica aunque sepas que dentro de dos días lo más probable es que te deje. 

Con esos, con los libres, con los que hacen lo que les da la gana sabiendo que eso es precisamente lo que les da la puta real gana de hacer. 

La mujer de verde

Cuando escucho esta canción pienso en 'la esperanza', como si fuese la mujer de verde la que viene a rescatarte cuando estás cayéndote por los acantilados. Pienso en ella, pero ya nunca la escojo como salvación. Caerse es bueno si aprendes a no llamarle caída a aquello que no es más que un tramo de todo este embrollo que nadie sabe que es. Así me va pasando con todo, quito el concepto y experimento observando qué me ocurre y qué siento.

En estos días hay vorágine, cumplo hoy no sé cuántos años y ayer salí en no sé qué periódico. Más allá de lo que se ve, dentro sigo teniendo un depósito lleno de espías. Deambulan, cantan, bailan y también desaparecen para dejarme bailar. Cuando están, yo sigo bailando, solo que ya sabrás tú que cuando la pista de la discoteca está llena, es más difícil explayarse en la danza.

Aún así, salto y canto. Hay un montón de amigos empeñados en felicitarme por las cosas que me están pasando y un ejército de conocidos que se sienten orgullosos ahora. Antes no. Antes, cuando lloraba por las esquinas y respirar era algo que, si hubiera podido elegir, hubiera dejado de hacer, no había orgullo, como si lo que haces pudiera ser premiado, enaltecido, subestimado y agasajado de laureles.

Hagas lo que hagas, Ana, voy a admirarte, me digo. No hay en ello un ápice de peldaño, de pedestal ni de cumbres ascendidas. Cuando lloraba perdida en una cama y lloraba por una esquina del pueblo y lloraba conduciendo y lloraba desolada, aprendí a hacerlo. A quererme. Me abrazaba cuando nadie me veía ni quería verme. Me abracé largo y tendido. Y me escuché.

Ahora me veo defendiendo mi parte más débil cuando los de fuera quieren obviarla. Es curioso, hay quienes la obvian afirmando que menos mal que los malos tiempos han pasado, y hay quienes la siguen viendo, obviando que ahora también río y me descojono y se me salen los dientes de la boca.

Las dos, las ocho, las diecisiete partes que me habitan son tan respetables como las que aún no se han parido. Soy el vacío y el lleno. El depósito, el cerrojo, la llave, el candado. Un junco y una enredadera. Y ambas plantas son sagradas. Y si aparento ser un junco y un día, de repente, me doblo, también así seguiré siendo verde. O marrón. Y si de mis enredaderas he sacado trece millones de viñetas, me alegro por ellas, por la madeja y por el despliegue de arrugas internas.

Soy yo, tanto lo que eres capaz de apreciar al mirarme como aquello que no ves cuando me observas.


Me gusta la vida porque hace lo que le da la gana. 
Siempre amé a los libres y admiré a los valientes. 
Pues eso. 

miércoles, 3 de octubre de 2018

Focos y otras formas de luz

Todos los te quiero que escuché sabían amargos, vacíos. Eco. 
Todos los te quiero eran otoño. Agua sin viento. Interferencias. 
Todos los te quiero se alojaban en un agujero negro. Inmenso. 

El hueco era yo; es imposible construir un deshielo desde los suburbios. 

Ana. Luego aquel nombre detrás del te quiero. Ana. 

Y el estruendo desmontó el castillo, la fortaleza, el territorio. 
No es lo que sientes, es quién lo provoca. 

martes, 25 de septiembre de 2018

Color azul

La chica del coche azul ha venido ya dos veces a recoger a Andrés. El egoísta, el independiente, el de 'yo así estoy muy bien mamá, soltero sin nadie que me de follón'. Andrés el indomable. 

Pues lo que yo le decía, que no hay nada como un buen amor para destrozar eso a lo que tú llamabas corazón. 


viernes, 21 de septiembre de 2018

Now

Incluso sin destino, sin lugar aparente al que dirigirnos, incluso sin saber si esta noche habrá noche y madrugada y sin saber si quiera si mañana, si por la tarde estaremos vivos, aquí sigo.

Hago de este amor la meta y la llegada y el punto de salida. Que lo importante es la senda y que pesa menos desde dónde y hacia el qué, cuando todo lo que eres por dentro es un trocito de vida. 

Aquí, ahora, escribiendo esto sin pasar por el filtro, sin mente y sin nada preconcebido. Surgen los dedos, teclear, el sonido de las letras y unos ojos mirando lo recién parido. 

No sé qué soy y nunca encontré ni una sola respuesta a todos los porqués del camino. Mas sé que si ahora mismo muero todo estará bien, como también estará bien el hecho de seguir vivo. 

domingo, 16 de septiembre de 2018

He diseñado un juego

En mis tragedias y absurdos dramas hay un ancla oxidada que se adhiere a mi propia tierra. Conozco a quien construyó los repetidos laberintos en los que me pierdo y que tanto nombro. En el centro de la esfera en la que se mueven mis certezas hay un eslabón de titanio que anida en mi propia memoria. 

Soy yo deambulando en el lodo, asimilando proezas, descartando suicidios, allanando las sendas. Soy yo y nada tienen que ver los de fuera. A quien amo, a quien quiero amar, son solo la ropa que lleva puesta el psiquiatra de dentro. 

Da igual dónde decida enredarme, está dentro el cerrojo y la propia llave. Las tengo todas, todas las llaves tienen muescas que yo misma tallé. Pero hay una que no encuentro, un trozo de hierro y madera compacto que no consigo esculpir. Esa. Es esa que no conozco, esa parte de mí que me ayudará a salir de esta (hasta la siguiente) última celda.

Y mientras aparece, mientras encuentro, mientras aprendo, escribo esta mierda. Por si fuera este un buen instrumento para redondear la entalladura de la llave interna. 

sábado, 15 de septiembre de 2018

Ojalá un joystick en este juego

Ojalá pudiera quererte así, del color que tú me miras a mí. Ojalá las ganas hechas para abrir el vino y el corazón dispuesto como donde yo te llego. Ojalá ver lo que eres y llenar de química este laberíntico aspecto donde anidan los versos y el eco y el parpadeo con los ojos abiertos. 

Ojalá sentir igual, el vértigo de no verme, de no poder, de no cenar y desayunar y quédate a dormir, si total ya mañana te vas.

Ojalá el timón para este tramo del velero y allanar el rastro que dejo, y saber hacia dónde dirigir el paso, y firmes y directas y certeras todas las ganas, todo este frágil esqueleto.

Ojalá arrinconar el devenir. Y cuando la arena se mueva saber que tú siempre, que tú claro que sí, que vas a mecerme, que tú las caricias, que tú cuántas palabras. 
Ojalá pudiera quererte así, del azul con el que tú de vez en cuando me lloras. 




Y eso que... tan solo es un puto circuito neuronal

Y entonces, así porque sí, mientras miras una serie y lees y dibujas, un ojo se pone a mirar fijamente todo aquello de lo que carece. Mira un abrazo y una conversación y una caricia y lo que hace el pelo en tu cara cuando alguien lo toca. El ojo, a tu vera, emerge de entre aquello que te entretenía y se aleja del centro. Se coloca allí, bajo un párpado bien abierto, saltando de una ausencia a otra. Se divierte, juega, surfea la oscuridad y te la muestra. 

Y había luz, había calma, había nubes y una emoción aún no nombrada. Paciente, toda yo esperaba sin esperar, que todo eso cogiera un verbo para poder decir a qué me dedicaba después de haberlo sentido grande y ancho por dentro. 

Y ya ves, el ojo despierto, el ojo audaz, el ojo revuelto. Estaba en las nubes, no sé, eso dicen. Estaba en un lugar en donde mi propio cuerpo se me quedaba pequeño para tanto bueno y bello y suelto y pasajero y profundo y esbelto. Pero ese ojo, ese maldito ojo rebuscando entre los cojines del sofá los versos más tristes para poderlos vomitar. 

Venció. Me venció. 
La mirada dulce se repliega, se arruga y se esconde. Ya no está.
La otra, la fúnebre se crece, se despliega. Se queda.  

Ficciones y otras realidades

Sigo sorprendiéndome, ¿cómo puedes no quererme? ¿cómo?

Y ahí me quedo, colgando de la cola del viento y otras moñerías parecidas que podría contarte. En la cola del viento, que si cuidado con el tornado, que si soy una veleta, que si no me sostengo, que si... Nada, que sigo sin entenderlo. 

¿Cómo puedes no quererme? Mírame, soy un gesto andante, una mueca para hacernos reír, una canción, un hombro, un baile, un café, agua mineral, todos los paisajes más bonitos que puedas imaginar y un inolvidable polvo. Soy elegante, lasciva, llorica, obsesiva y tremendamente interesante. ¿Qué te ocurre? ¿Qué está pasando? En los libros leí 'solo te querrán cuando ya te quieras tú'. Que me devuelvan la pasta, que me den mi dinero, ¿qué está pasando? Yo ya me quiero y aquí sigo sin ver resultados. 

¿Cómo puedes no quererme? ¿Qué cojones haces? ¿Dónde te entretienes? ¿No lo ves? Que estoy aquí, como mujer resuelta, avispada, con ganas, con su vértigo en las piernas, con su carmín, con su vestido corto, con su canesú. 

Sigo sorprendiéndome, ¿qué me está pasando?, ¿qué me está ocurriendo? ¿cómo puedo seguir queriéndote? ¿cómo?

Y ahí me quedo, colgando de la cola del viento y su puta madre con el pelo revuelto. 

martes, 11 de septiembre de 2018

En el centro del terremoto nada se mueve

Las riendas de todos mis caballos eran de acero. Me quemaban las manos, me herían los dedos, me raspaban el alma. 
Desbocada, la manada recorría los infiernos y en el borde de todos los barrancos, de repente, frenaba. Yo salía disparada; lanzadera de entrañas, vísceras por fuera. Toda yo suelta, deshecha, desmembrada. 

En el aire las cadenas no pesan, la libertad se sirve entre rejas, si no te sostienes tú, los barrotes de la celda se encargan.

Allí, en el epicentro de las emociones los fantasmas siempre me acompañan. Perdida, con las manos ensangrentadas, sin apoyo, sin sustento, volátil y asustada. 

Entonces, siempre aparece el arcoíris. La yegua interna galopando a sus anchas amamantando mis ganas. Es un buen lugar para permanecer justo cuando a ningún lugar perteneces: montada en sus alas, aferrada a ella. 


lunes, 10 de septiembre de 2018

Dejar en paz la realidad

-¿Por qué lo dices así? ¿Estás enfadado cuando haces el comentario?
-¿Yo enfadado?, dice con todo arrogante y subiendo el tono de voz. 
-No sé papi, utilizas un tono que da la impresión de que estás enfurruñao, pero quizá sean tus formas.
-Ya deberías saber que ese es mi modo de hablar, dice tajante y severo. 

Inmediatamente  después deja de participar en la conversación, agacha la cabeza, arruga el morro y se levanta de la sobremesa. Se ha enfadado de verdad. 

Yo no quería provocarle un enfado. Yo no quería que se lo tomase así. Yo no quería lo que ha sucedido. Pero las cosas pasan, suceden, se joden. Intervengo porque me inquieta y me incomoda ese tono serio y altivo. El resultado es que mi padre está más altivo y serio que antes de decírselo. 

Y vengo a casa sintiendo el sinsentido de mi observación. De un tiempo a esta parte me doy cuenta de que cuanto más intervengo en la 'realidad', más se jode el invento y peor me siento yo. 

domingo, 9 de septiembre de 2018

Compartir un sueño lo hacía real

-¿Ves ese lugar para los dos? ¿Ves las nubes, los girasoles, el olor a azucena? ¿Ves los racimos de uva deseando ser comidos, los poemas, las alas del ruiseñor?
Pues no existe. 




El jardín de los imposibles, como dice Quique en no sé qué canción es lo que veo yo. Los muertos del cementerio saliendo de sus cloacas mordiéndonos los pies. El vendaval asolando los restos de futuro que apenas podíamos ya imaginar. ¿Lo ves también? ¿Ves todo eso entremezclándose? Mira los pájaros en los que nos íbamos a subir, nuestro hogar, sin una mísera pluma con la que podernos acariciar. 

Tú quieres reír aún, emborracharnos con un poquito de sexo algún que otro fin de semana. Y volver a hablar de la estación donde cogeremos un avión y un autobús y un tren que no sé dónde nos llevará. ¿Ves la ilusión? ¿Ves cómo te aferras a un mañana que no existirá? Estamos juntos, a veces, me refiero en la misma habitación. Y somos tres, nosotros y los cuatrocientos kilómetros de distancia en los que nos hemos convertido tú y yo. 




Quiero salvarme sin querer

"Puede que me vuelva a morir, pero ya no me volveré a suicidar"

Le suelto semejante estupidez cuando hablamos del rollo de la evolución personal y tal pascual. A veces me aburro contando cómo fue. Cómo dejé de matarme por las tardes. Traducir cómo dejé de ser la asesina de la leyenda es complicado cuando lo tienes que comunicar. 

Ella, ávida de respuestas que no piensa utilizar, principalmente necesita saber cuánto tiempo se tarda en resolver los enigmas, en llenar los vacíos, en salir del laberinto. 

Desde este lado del mundo, donde acaban de encender la luz y sabiendo que en cualquier momento se va a volver a apagar, puedo ver su oscuridad y lo entretenida que puede llegar a ser. Los humanos, que vamos por ahí diciendo que perseguimos la felicidad, en realidad amamos tanto nuestra sombra que cuando te dan una vela, una linterna, tres cerillas y un poquito de gas, más nos aferramos a ella. 

Cómo lo conseguiste, dímelo, cuánto tardaré, muéstramelo. Dime qué tengo que hacer, a qué hora, qué incienso tengo que comprar y de qué color será la sábana con la que me voy a liar. Tenemos tanta prisa, tanta ilusión... Queremos que la aventura de conocernos sea no más que el título de un libro, una serie en netflix, un mensaje por whatsapp o un flash, un pim, un pam, un puto pum. 

-Dímelo, dime cómo puedo ser feliz. 
-Te voy contando, poco a poco, cómo fui dándome cuenta yo de lo que... Bueno, no sé si te servirá, entre otras cosas... lo de ser feliz... pues...  
-Ya, es que yo, bueno... jaja, siempre se me ha dado fatal. Ja. Ja. Soy un desastre. No tengo remedio. Jaja. Qué tontas somos, ¿verdad? Jiji, jaja.

Y se vuelve a reír yéndose por las ramas de los árboles de las paredes del laberinto del que, dice, no (quiere) puede salir.