viernes, 21 de diciembre de 2018

El ajeno verbo de olvidar

Siempre habrá un lugar donde poder refugiarte del daño. De aquello que hiciste, de lo que no, del dolor íntimo y del destierro que causaste. Claro que las balas iban al aire, que tú no sabías hacerlo mejor, que aún no puedes enfrentarte, que puedes subirte a los árboles y desde allí la brisa, desde allí el cielo. Puedes. Siempre hay un lugar donde nada te toca, nada te espanta, nada te estorba. 

Lo único malo de los lugares es que todos acaban en ruinas. Antes, después. A las seis y cuarto del domingo que viene. Yo a veces corro, dibujo, aniquilo la memoria así. En el movimiento nada se para, apenas escucho, todo surge tan veloz como veloz me siento yo. 

Lo único malo de los lugares son las ruinas del después. Donde los restos llevan sangre y vísceras y las entrañas de todo aquello que no lloré. Donde solo piedras y óxido y un recuerdo en cada uno de los charcos en los que me hundo.

Siempre habrá un lugar donde poder refugiarte del daño, pero lo malo de las heridas es que si no se curan bien, volverán a doler. 

2 comentarios:

El Árbol Rojo dijo...

Hablar desde las ruinas ... quizá es empezar una reconstrucción ... bello muy bello incluso o además y por las sombras ..

Bubo dijo...

Feliz Navidad, Nebroa.