martes, 25 de diciembre de 2018

Soy mejor enfermera cuando las heridas son de otro

A veces las lágrimas me saben a alcanfor. Soy el armario. Todos los abrigos de paño están mojados, el bordado de las sábanas anda lleno de manchitas de moho y se ha raído la seda de los pañuelos de mi madre. 

A veces el llanto es antiguo: venía conmigo a la escuela escondido en el bolsillo pequeño de la cartera. En los libros no salía nada de aquello; dónde nace, cómo se usa, para qué sirve todo el agua que inunda el alma. Hice lo que supe: nada. De nadar como puedes cuando no sabes nadar. 

Y aquel río se fue acomodando entre las costuras del esqueleto. A todos los huesos les llegó la humedad de la pena. Estar triste y no saberlo. Como el lago detrás de las montañas. 
Escalé muchas, acampé en otras tantas, arranqué flores y otras son las acuarelas que colgué en la entrada de casa.

Detrás, el lago habla. El terremoto ha abierto las grietas; el llanto antiguo es ahora fresco, vuelve a ser nuevo. 

A veces el llanto está al fondo y la inundación es ahora.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"nadar como puedes cuando no sabes nadar"
gracias

Saludos