martes, 6 de noviembre de 2018

Me ha tocado esto, dicen los cobardes

Amo la libertad por encima de toda las cárceles abiertas, amo tus decisiones, tus prioridades y lo que elijas para soñar antes de dormir. Amo los intestinos ajenos que decidieron pensar por sí mismos, lanzarse al vacío de este juego, decidir qué hacer los martes, los viernes y todas las madrugadas de noviembre. 

Amo la libertad ajena tanto como amo la mía. 

Lo que no soporto es a quienes viven y mueren quejándose de las vidas que les han tocado. Los que dicen ya me gustaría a mí tener tiempo, parece mentira que no sepas que yo en realidad haría otras cosas, si yo pudiera, si yo eligiera, si yo volviera a nacer. 

A esos, a las víctimas de sus propias vidas, a esos no los aguanto.

Porque siempre hay unas riendas desde las que dirigir las miserias. Porque incluso cuando las cosas vienen hechas, cuando el camino está servido, aún así, siempre hay un timón que agarrar, astas a las que anclarse y hegemonía visceral desde la que exprimir lo que llamamos azar. 
Pero no. No lo hacen. No quieren aunque digan que no pueden. 

Dime que tu prioridad no es el amor. Dilo. Dilo abierto y sincero. Pero no me digas que sabes que lo importante es el amor, pero que sigue siendo, 
todos los días, 
todos los días, 
todos los días, 
mucho más urgente el puto trabajo. 

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