domingo, 18 de noviembre de 2018

La verdad y nada más que la... mentira que te cuentas

Claro que ha sido un buen día, aunque no hayamos hecho nada nuevo, según dices. O especial, comentas. Nos hemos duchado con agua caliente y éramos trece para comer. La abuela sigue cocinando mejor que ayer y un poco menos mejor que mañana. Y nos hemos reído. 

Sí, ya sé que hemos conversado mal y superficial de la religión y del miedo que provoca no bautizar a un niño. Un niño, ¿sabes lo que es eso? Porque Celia está embarazada y vamos a tener un sobrino nuevo cuando abril se parezca a abril. 

Hay un techo cubriéndome y ropa y mis rodillas se doblan solo para poder sentarme, ¿sabes la de personas que ahora, en este momento, quizá estén hincados en tierra con un puto rifle en la nuca?.

Has visto muchas películas, dices. 

Y me pregunto cómo puede no convencerte esta existencia, quejarte, llorar por tus problemas de primer mundo a la cola de la magia. Yo tampoco sé que es esto, qué hacemos aquí ni si reencarnaré después de morir. No me interesa en realidad. Porque solo tengo esto, esta historia, un algo transparente que no sabe y se divierte preguntando, probando. Somos personas con suerte. No elegiste nacer en este lado del mundo donde el grifo y el interruptor, y el coche y las fiestas y comer y dormir en paz.  Nos hemos acostumbrado a lo mejor y vamos diciendo ¡eh, supérame esto!. 


Le estoy contando todo esto a la misma que escribe, para despertar, para ahuyentar monstruos que no existen, para ir al centro, dentro, donde cabe todo el dolor y el olor de este milagroso mundo. 
Y si me muriera ahora mismo, lo único que me jodería es no haberte visto hoy porque tenías que trabajar. Pero ayer sí. Ayer estuvimos, así que, si me muero ahora mismo, lo único que me jodería sería irme sin poder convencerme de que este es el mejor lugar que existe para mí. 

No hay comentarios: