martes, 20 de noviembre de 2018

Soltad a los lobos

Si tuviera cuatro años estaría en el suelo pataleando, gritando, chillando. De niños creemos que así se solucionará todo, ni siquiera pensamos en qué o quién va a resolver nada, solo sabemos instintivamente que hacerlo, que llorar o gritar o su puta madre, es lo único que hay que hacer.  

Ahora, con un montón de años más, la furia quiere revelarse y fíjate lo que he hecho, inventar un montón de mierda para ponerla alrededor y que no se note, que no se vea, que no se perciba que, si pudiera, patalearía dos meses seguidos arrastrándome por el suelo como la niña del exorcista, como un católico desnudándose de sus vestiduras, como un jesucristo de mentira en semana santa dándose latigazos, como un caníbal devorándose a sí mismo, como un salvaje guepardo de afiladas garras recorriendo veloz siete metros de eslora en cada zancada. 

Su puta madre. Hostias. Joder. Todas las palabras que puedan contener esta rabia sin ni siquiera nombrarla. Todas. Siento cólera y la ira, a sus anchas, es capaz de desorbitar mis córneas. Negro. Todo es de una sustancia pegajosa que trepa desde mis talones a la nuca. Quiero salir corriendo y desvestirme de los órganos, de los músculos, de la piel que me está jodiendo el espacio, del puto esqueleto. 

No me cabe dentro. Estoy enfadada con lo que se mueve y con lo que permanece quieto. Con la huella interna que me restriega una y otra vez que no, que no, que no va a ser. ¿El qué? Yo qué hostias sé. Que no, que no sale, que no viene, que no llega, que no alcanzo, que no consigo, que no tengo, que no persigo, que no entiendo, que no me aclaro. Una incomodidad en las vísceras, en las entrañas, en las cloacas, en el tuétano de este hueso que iba a ser diamante y es una piedra de trescientos millones de kilómetros cuadrados. 

Estoy hasta la polla, hasta los huevos, hasta los ovarios, el útero, el hígado. Y las tripas revueltas y el sargento íntimo dejándose matar a la intemperie en todas las guerras en las que ha sido capaz de alistarse. Matadme, grita ensangrentado, matadme de una puta vez, ruge pataleando, matadme hasta asesinar la certeza de que voy a seguir vivo y no va a venir nadie a salvarme toda esta mierda. 

1 comentario:

Bubo dijo...

Bueno... quizá la salvación ya la esté realizando usted al empezar a escribir lo que no se aclara que siente.

Que ademas como terapia lo veo genial.