domingo, 16 de septiembre de 2018

He diseñado un juego

En mis tragedias y absurdos dramas hay un ancla oxidada que se adhiere a mi propia tierra. Conozco a quien construyó los repetidos laberintos en los que me pierdo y que tanto nombro. En el centro de la esfera en la que se mueven mis certezas hay un eslabón de titanio que anida en mi propia memoria. 

Soy yo deambulando en el lodo, asimilando proezas, descartando suicidios, allanando las sendas. Soy yo y nada tienen que ver los de fuera. A quien amo, a quien quiero amar, son solo la ropa que lleva puesta el psiquiatra de dentro. 

Da igual dónde decida enredarme, está dentro el cerrojo y la propia llave. Las tengo todas, todas las llaves tienen muescas que yo misma tallé. Pero hay una que no encuentro, un trozo de hierro y madera compacto que no consigo esculpir. Esa. Es esa que no conozco, esa parte de mí que me ayudará a salir de esta (hasta la siguiente) última celda.

Y mientras aparece, mientras encuentro, mientras aprendo, escribo esta mierda. Por si fuera este un buen instrumento para redondear la entalladura de la llave interna. 

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