El miedo, que tanta fama tiene últimamente, el miedo al que culpamos de todo. El miedo, ni puñetera idea de lo que es, pero se nos va la boca, larga y extensa, responsabilizándolo de lo que hacemos, de lo que no hacemos y de lo de más allá.
-Ya sabes, son los miedos
-No, no sé. ¿Qué son los miedos?
Y no supo contestarme. Era la primera vez que miraba de frente a aquellos mosntruos, aquellos fantasmas. Los miró de frente y resulta que solo había palabras, ni siquiera un hecho, un acto, una experiencia ni un recuerdo. Decía 'miedo' y el resto quedaba anulado.
Tenemos miedo. Como filtro para protegernos, tenemos miedo de ponernos malos, por eso cogemos una chaqueta y no vamos en bolas por la calle. Y miedo de que nos duela el estómago y por eso no nos comemos un trozo de carne con zonas verdes y amarillentas.
El miedo es necesario, básico, intrínseco a los quehaceres varios a los que nos dedicamos.
Luego, no sé cuándo ni cómo, comenzamos a hacerlo grande, a poner un muro entre nosotros y el resto de cielo. Somos gilipollas, creo. Si tienes miedo a algo, al menos preocúpate de saber qué encierra, qué hay detrás de la palabra que tan bien queda en los textos. Escucha tu propia explicación al respecto si tuvieras que contarle a alguien de qué está hecho, qué es, en qué consiste esa jodida sensación a la que le echas la culpa de vete a saber qué.
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