Se oye el rugir de los caballos cuando camino por las aceras del centro, suenan los relámpagos de dentro de mi cabeza cuando río y sonrío por cualquier cosa de todas las que me invento. Anoche llené de gritos el mundo cantando la canción que ahora me pongo en bucle cuando conduzco. Y subida a las botas descarrilan las diligencias del antiguo oeste si aún existieran.
Soy el águila de cualquier documental y la hormiga más pequeña de todos los túneles que ellas mismas se construyen. A veces me siento tan grande que no creo que quepa en el uno setenta que me envuelve. Soy veloz, a veces me puede la desgana y también esto me encanta. No me juzgo, no me lamento, no me culpo y no me volveré a hacer daño porque soy el tesoro más buscado de todas las aventuras que emprendo.
Cuarenta y cuatro años, muchos o pocos según la comparación y la sensación de estar en el lugar y sitio y espacio y camino que he creado yo. Me siento casi siempre bien aunque esté triste o cansada o agobiada o aburrida o cualquier estado similar. Incluso llorando siento la calma que sostiene las lágrimas.
Todo eso soy o siento o cuento.
Pero... cuánto echo de menos el amor.
2 comentarios:
Nadie nos enseña cómo debemos sentirnos a cada paso, lo descubrimos solos. Esa es, a mi entender, la única experiencia válida.
Saludos,
J.
La única brújula!
Publicar un comentario