sábado, 14 de diciembre de 2019

Alguien se ha comido la guinda del pastel

Se oye el rugir de los caballos cuando camino por las aceras del centro, suenan los relámpagos de dentro de mi cabeza cuando río y sonrío por cualquier cosa de todas las que me invento. Anoche llené de gritos el mundo cantando la canción que ahora me pongo en bucle cuando conduzco. Y subida a las botas descarrilan las diligencias del antiguo oeste si aún existieran. 

Soy el águila de cualquier documental y la hormiga más pequeña de todos los túneles que ellas mismas se construyen. A veces me siento tan grande que no creo que quepa en el uno setenta que me envuelve. Soy veloz, a veces me puede la desgana y también esto me encanta. No me juzgo, no me lamento, no me culpo y no me volveré a hacer daño porque soy el tesoro más buscado de todas las aventuras que emprendo. 

Cuarenta y cuatro años, muchos o pocos según la comparación y la sensación de estar en el lugar y sitio y espacio y camino que he creado yo. Me siento casi siempre bien aunque esté triste o cansada o agobiada o aburrida o cualquier estado similar. Incluso llorando siento la calma que sostiene las lágrimas. 

Todo eso soy o siento o cuento.
Pero... cuánto echo de menos el amor. 

2 comentarios:

José A. García dijo...

Nadie nos enseña cómo debemos sentirnos a cada paso, lo descubrimos solos. Esa es, a mi entender, la única experiencia válida.

Saludos,

J.

Nebroa dijo...

La única brújula!