sábado, 21 de agosto de 2021

De cuando descubrimos que respetar era obedecer

 Pero confundimos el respeto con el miedo y nos doblegábamos aterrorizados aparentando que respetábamos a los más altos, a los mayores, a los profesores, a los padres y a todos aquellos que extendían su dedo índice sobre nuestra sien. Decían que éramos educados, correctos y buenos pero aquello no era más que la conducta resultante de sentir en el pecho la losa enorme de la autoridad, las estacas de una feroz mirada que nos aterrorizaba al despertar. Yo no supe lo que era el respeto hasta que pude explicarle a los demás cómo me gusta ser tratada. Eso no tiene nada que ver con el miedo inculcado que en el entre líneas de las reprimendas aparecía como un dragón de ocho cabezas y setecientos millones de colas abofeteándonos el corazón. Era obediencia, era sumisión, era acatamiento. La mayoría de las veces le temes a algo que no sabes qué es. Suele pasar que el miedo es un concepto tan atroz que ni siquiera te permite reflexionar, preguntarte qué pasa, qué hay detrás. Paraliza y bloquea y te conviertes en un siervo, en un esclavo, en un pequeño ser que es domesticado desde la cuna a la tumba donde un día pondrá: 'anda, mira, otro muerto de miedo'.


El respeto es esa otra cosa que da alas a la diversidad, que no oculta ni una sola de tus peculiaridades, la gestión de la convivencia de las diferentes formas, las limitaciones intrínsecas a esa misma convivencia, la coexistencia del mundo íntimo y los demás, lo que ahora sí y después quizá no, la tolerancia a las partes, la inclusión del todo, el cómo vamos a trabajar que tú y yo quepamos en este mismo lugar. Nos confundimos y llamamos respeto al miedo que nos acongojaba, que nos mutilaba, que nos fragmentó y que, menuda putada, nos dio una identidad que creímos real y lo que es peor, como un único modo de funcionar.

Escuchaba el otro día, no, eso no lo hacemos que si no, no sé quién se enfada. Es ese un pequeño ejemplo, a los cuarenta y ocho años de quien lo esbozaba, de cómo el pánico se cuela en la conducta y perpetúa la celda en la que te crees en libertad. Si dejo de hacer algo porque otro se enfada, él manda, él decide, él lleva el timón. Tú no, tú hace siglos que nos sabes si eres o si te han enseñado cómo tienes que ser.

3 comentarios:

José A. García dijo...

Pero seguimos creyendo que de alguna manera somos "libres".

Saludos,
J.

Elías Castillo dijo...

Muy interesante la informacion, sobre el concepto de "vida"

Juan dijo...

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