martes, 9 de marzo de 2021

Donde el amor sigue creciendo

 Que no es eso a lo que llamamos amor, una tabla para salvarnos de algo que consideramos hostil. No es una relación el bálsamo que alivia heridas, el refugio para los desplantes, la cueva donde esconder al tu avestruz. Que no era eso el amor, la pareja. 

No es que te estés ahogando, no es que te quedes sin respiración, no es el vacío que te inunda y entonces, de repente, una flor en su vestido, un botón para abrocharte, un almendro que te ofrece su olor. 

No es así como el amor te llega y te llena y te atraviesa. Puede que lo llames igual que yo y que entre todas tus sombras esa luz. Pero más allá de madrugadas y penumbras, de menos mal que apareciste, de si te vas se apagan las ciudades, viene el amor a ensancharte cuando tú ya eres inmenso. Desde aquí, desde donde yo miro lo que tú miras como alfombra mágica en el jardín de los ahogos, es el amor unas alas. O quizá una salida donde antes no había ninguna puerta. Un desfile de gaviotas en la cuarta planta de un parking o un atardecer de color verde o trescientos millones de barcos en un charco.

No sé explicarme, lo sé, precisamente porque no sé nombrar lo que para ti sí tiene nombre. Unas pautas, unas condiciones, estar juntos, ese nosotros al que tantas cadenas le pones. El amor, aquí, está por todas partes, no viene a un lugar donde no existía, no es la suerte y su maldito cupido con cuatro flechas mal puestas. Es eso otro que ya es y que cuando tu cara antes desconocida empieza a habitar mis días, se estrella en ti, se expresa en ti y se va desplegando también en tu forma. 

Pero no puedo explicártelo mejor de lo que ya lees, si acaso decir que por eso, aunque ya no estés y tu cara y tu cuerpo ya no pueblen mi pueblo, sigue erguido, ancho y largo dispuesto a estrellarse, de nuevo, quizá en un bebé al cruzar la calle, en un hombre que sube a un autobús, en las acuarelas, en el limonero de debajo de mi casa, en el piano de esa canción. 

Claro que amo, también, amarte, pero a veces tu universo y el mío no tenían nada que ver y de todo eso que te cuento sacabas un conflicto, un enredo, los celos, una jaula llena de panteras y un idioma de dos que no se entienden. No puedo traducir esto de más formas, ojalá algún día vivas el amor así como te cuento y comprendas que nada tiene que ver esto con dejar de quererte, es solo que al saber de mi propio tesoro y sus semillas, no concibo cosechar con ellas guerras y batallas. 


3 comentarios:

José A. García dijo...

El problema con el amor, como con otros ineludibles, es que cada individuo quiere/pretende que el resto de los seres los sienta y los experimente de la misma manera, sin comprender que ese tipo de cuestiones dependen de tal cantidad de cosas es prácticamente improbable encontrar dos individualidades que lo piensen y lo sientan de la misma manera.
Entones comienzan las quejas.

Saludos,

J.

José A. García dijo...

La queda es una forma de incomprensión, claramente.

Saludos otra vez,

J.

Nebroa dijo...

Comprender al otro, en su más alta expresión, y dejarlo ser y estar. Luego se comprueba si se es compatible en los quereres, haceres, decires y estares, pero sin modificar ni un ápice de esas forma última, íntima y propia de 'amar.