martes, 9 de febrero de 2021

La firmeza de las pompas de jabón

Es la seguridad como unas sábanas tendidas cuando hace mucho viento... 

Cuando uno, después de los abismos y los acantilados de los que siempre hablo, comienza a abrir compuertas, a ofrecer el escondite de ternura que llevaba años sepultado, a mostrar los huecos, a enseñar el aspecto de gran parte de sus heridas, cuando uno hace eso con miedo pero venciéndolo, suele pasar que, sin apenas viento, las sábanas del ejemplo salen volando como seres livianos e ingrávidos flotando a la deriva de los huesos. 

Nos acostumbramos rápido (después de un breve tiempo manteniendo el dique bien esbelto) al calor de un cuerpo, a los te quiero que tanto echábamos de menos, al cobijo de un abrazo, a que nos miren amándonos, a que nos amen mirándonos. Pero ay, tras solo cinco minutos de vacío, la coraza de nuevo, el frío del invierno, los muros conocidos. Vuelve a erigirse, ilustre y elegante, altivo y arrogante, el personaje que rechaza la dulzura de unos besos. 

Hay que estar atento, pequeño ser indefenso, a lo absurdo de tirar por tierra la extensa pradera en la que habitabas, el cómodo sofá en el que te acomodabas, el corazón que por fin habías abierto. 

No hay seguridad en los amores, no hay nada que perdure salvo el devenir de las olas cuando has decidido ser mar y sal y un pez que ama como siempre pero que por primera vez aprende a dejarse amar.

1 comentario:

Bubo dijo...

Te has comprado un acuario. ¿O te has comprado un acuario o estas harta de lluvia? Peces, rios, mares... Creo que hay que salir a la superficio de vez en cuando respirar en esa pradera que nombras y dejarse llevar. Sin pretensiones.