sábado, 2 de enero de 2021

Un pez raya aprende a surfear

 Tienen las casas grandes un espacio desconocido que descubres a través de una rendija diminuta que aparece detrás del mejor cuadro en las paredes. Eso soy yo y esta dimensión sin paredes que me alberga. Que cuando menos lo esperaba, que cuanto más libre y suelta decía que andaba, se estaban construyendo trincheras en las rodillas y en las tetas y en estos labios tan sequitos de tanta palabrería. Y así, en un espasmo, en un instante, en medio de todos los sonidos que me salieron aquella mañana, esa verdad. La de la nueva rendija en el muro que no sabía que existía. 

Luego todo fue ir oliendo flores, no digo que sean flores que huelen siempre bien, digo flores, con su semilla y su tallo y sus ganas de crecer y un árbol en medio del desierto y una tienda de bolígrafos y rotuladores y folios de colores y tinta muy negra de la que no se borra con nada. En fin, esas cosas que al andar, aparecen por los lados y por detrás mientras no hay nada delante porque no sabes dónde vas. 

Eso, que desde el fondo del mar a veces se ve la luz del faro más cercano. 

2 comentarios:

José A. García dijo...

Todas las casas tiene algo de la casa Usher...

Saludos,

J.

Bubo dijo...

Creo que una tienda de boligrafos y rotuladores es la imagen de la felicidad. Llevaba tienpo de no pasar por aqui. Imperdonable.