lunes, 4 de enero de 2021

Expertos en daños y otros asesinatos


Hay dos dolidos en el fondo de un río, solo quieren el amor de las orillas, dejar de nadar, sentirse protegidos. Hay dos dolidos en el fondo de un océano que se les viene encima cuando arranca algo parecido a un vuelo. Hay dos dolidos que cuentan con el llanto después de un abrazo, que digieren lágrimas en medio de interminables besos y que saben de las minas que se esconden en los poros de la piel cuando se erizan.

Muertos de miedo, avanzan, pero están tan dañados que creen poco, que creen mal y terminan llenado de fango cualquier campo de flores en el que deciden naufragar.

No saben hacerlo de otro modo, se protegen tanto que al mínimo desplante se esconden o corren o huyen despavoridos. Cuando te has ahogado tanto y tan largo, parece que no sepas respirar cuando hay oxígeno y caricias y viento a favor para un timón que llevan dos. 

Y buscas mierda y la encuentras, buscas pinchas y lo que tan bien olía termina convirtiéndose en un cactus del que es mejor alejarse o peor aún, pisarlo hasta cargártelo.

Estoy cansada de buscarle a las formas aterciopeladas la parte de atrás, de reventar los trasteros de las mansiones que frecuento, de quedarme en las alcantarillas de las enormes avenidas que amanecen. Nos queremos, o eso parecía, pero a veces, en algunos, puede más el dolor que todo el amor que queda por expresar.

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