miércoles, 2 de diciembre de 2020

En el mar de abajo

 Se rodea el algodón de minerales de antaño, el muro, ese velo que me aleja del mundo se erige esbelto sin bandera ni trono cumbre inaccesible. No fui yo, te lo prometo, la que construyó esta vertical tierra, no soy yo la que pretende, sabiéndolo, esconderse. Como un soldado malherido y abandonado a su suerte, vuelvo a verme detrás de una trinchera que no quise ni quiero. 

Pero mírame, volvió a aislarse la ternura que me habita. De nuevo las ásperas ventanas de madera, el olor a viejo, la casa llena de telarañas. Cuando me doy cuenta, ya huele a cerrado entre mis manos y lloran las goteras aunque no llueva. No quiero esto. 

El amor me espera, como siempre, me rodea, me acecha, lo sé, lo siento y me siento libre para dejarlo entrar a ventilar este encierro. No necesito otra cosa que no sea este texto para saber que sigo siendo ese amor entre tantos huesos. 


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