A las flores que huelen en la casa de la montaña sin que necesiten la primavera en los calendarios, al color verde que nada tiene que ver con la esperanza y sí con las alhambras casi congeladas. A vosotros que de islas solitarias formasteis un archipiélago mundial y mundanal de calor, ternura y amor.
Que vivan los ratos donde nos miramos por dentro y nos reímos de las trincheras y nos exponemos y nos escuchamos sin dejarnos ni siquiera hablar. Por el humor regando una paella, dos pollos, un bizcocho esponjoso y un helado de limón que nunca se acaba.
Gracias a nosotros, por crear un mundo dentro del mundo, por los abrazos cortos, largos, alargados, sostenidos y por la danza humana que desplegamos al llegar. Gracias a nosotros, por querernos así, tan libres y sueltos sabiendo que un ancla nos llevará a tierra si alguno se pierde, se esconde o se retira de la luz.
Al hogar que construimos en cada metro cuadrado de nuestra terraza, a la intemperie y sin embargo al cobijo de la amistad con la que nos emborrachamos.
Eso, que gracias a nosotros por aprender a reír de nuevo en cada encuentro.
1 comentario:
Gracias por este ratito tan esperanzador.
Publicar un comentario