martes, 22 de septiembre de 2020

Ahora es el único lugar al que tenía que llegar

 Tenía yo un mundo al que dirigirme, un espacio que no se nombraba pero que, sin querer queriendo, dirigía mis pasos desde un lugar invisible. Es el futuro un cuento de hadas silencioso que se te mete entre las cejas, como está ahí, sepultado en medio de tu mirada, no puedes verlo. Como eso de que tú nunca vas a poder mirarte los ojos con los que miras. Pues así. 

Tenía yo un mundo al que me dirigía sin saberlo, uno se levanta y vuela al desayuno y se pone a hacer cosas que servirán para algo. Mis tareas sirven para que entre dinero, mis viñetas sirven para ¿ayudar?, mis textos para vaciarme, entenderme, traducirme o cualquier otro verbo-destino. 

Tenía yo un mundo contigo, por ejemplo, al que cada vez se le caían más cosas. Si una vez fue una casa y una cama para los dos, fue después algún día suelto de entrega y amor y sexo y alhambras 1925 abiertas para la ocasión. Es cierto que ya no tenía fuegos artificiales y anillos y ramos de flores sobre un vestido de novia, pero aunque no quisiera, ni pensara, ni imaginara, yo seguía yendo hacia ahí, hacia un tiempo en el que eso siguiera vigente, repitiéndose. 

Tenía yo varios mundos así, publicar un libro trabajando en ello, ver la cuenta bancaria crecer, utilizar el impulso creativo, seguir escribiendo, aprender a pintar mejor. Todo eso no se ve en el espejo cuando te miras, pero está, te gobierna, lleva el timón. ¿Entiendes lo que te digo?. Hay un cuenta de hadas en el que tú eres el hada y el resto va dando forma al cuento. 

Pero no. 

Aquí ya no quedan mundos a los que ir, apenas se crean destinos. Fumo por fumar, hablo por hablar, respiro porque sí (¿ves?, nadie respira por mantenerse vivo, lo hace y ya), dibujo porque sí. Se ha desligado ese mundo que tenía del mundo que es. Todo es demasiado raro para contarlo en un texto de internet, todo es demasiado extraño. ¿Cuál es entonces tu motor? Me preguntaban el otro día. Y no lo sé. Porque no sabía que había un motor natural que domina mi experiencia sin que yo decida ni una sola vez. 

Y es así la vida, un suceso de instantes sin por qués ni para qués. Es raro. Es extraño. Tenía yo un mundo, antes, al que me dirigía y ahora una inabarcable nada que me asusta tanto como libre y plena me hace sentir. 

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