Qué entretenidas las esquinas de la sombra, cuántos ángulos proyectando siluetas, tú en aquella terraza, el último te quiero rebotando en las paredes de la caverna, dos actores de reparto. El amor.
De aquel entonces me quedé con las flores, ni rastro de florero, nada queda del atrezzo ni del guión que tan bien nos sabíamos los dos.
Sigue el teatro abierto pero nadie queda en las taquillas que nos daban acceso a nuestra bella historia de amor que jamás sucedió.
Somos tan nuevos como nos permita el olvido... O la transformación.
Conseguí limpiar el terreno de vísceras y maleza, tanto dolor, ¿recuerdas?, yo aún lo visito cuando quiero entender que solo sufre quién monta películas de ficción alrededor de la verdad. Fuimos bellos, pero eso lo sé ahora, por aquel entonces solo buscaba monstruos para vencerlos, fantasmas, ancestros y crímenes contra el espejo. Fuimos bellos, lo sé ahora que conseguí salvar las flores de aquel entierro. Las tengo en el salón, en la mesa del centro, toda yo soy el hogar donde huelen.
Qué dulce la vida cuando ya pasó, qué dulce la vida cuando empiezas a entenderla. Aquí me tienes, dispuesta y abierta para volver a las cuevas, para volver a enamorarme o a eso que aún llamamos amor.
2 comentarios:
Algunos teatros nunca cambian sus programas y, luego de un tiempo, repiten las mismas obras...
Sin saber si queda público para ellas.
Saludos,
J.
Yo al mismo escenario no voy a volver, pero no sé cuánto de aquel papel querrá volver a instaurarse si las puertas se abren
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