Un te echo de menos que nos salve del infierno, que aglutine las cenizas, que nos convierta en pintura a la tiza decorando el desagüe de nuestras arterias. Un me encantó verte como aceite para las bisagras somnolientas que ya no se acuerdan de hacia dónde tiene que abrirse la madera que nos protege.
Hay un abanico desplegándose en cada aleteo de amor que nos visita. El color oscuro de debajo de las olas de un océano sin nadie. La bandera a media asta que ondea en lo alto de la coronaria. Un te echo de menos cambiando el mundo, la conquista de la utopía de todos esos amores buenos.
Pero no lo escuché.
Lo que cuento pasó a pesar del vacío de ese viento.
Pero hubiera sido más fresco, más libre y más nuevo ese mundo si te hubiera oído decirlo.
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