sábado, 28 de diciembre de 2019

La luz aprovechada

A las diez de la mañana su piel se vuelve jaspeada, bailan puntitos de luz sobre sus muslos, no suena otra melodía que la del aire jadeando al entrar a nuestros pulmones. Son las diez de la mañana, el amor se hace entre nosotros, la luz nos acompaña. Hay círculos amarillos en su espalda que antes solo eran líneas anunciando el día que arrancaba en la ventana y moría en la pared de la cama. Una bancada de peces sube, baja, ondea recién despierta. Son las diez y el amor se hace en este océano. Podrían ser aves ovaladas, pájaros fluorescentes volando en sintonía. 

Es la luz la que me conmueve, nos baña tenue desde la superficie del mundo ajetreado que nos rodea desde el otro lado de las persianas. Salpicados, gotas por todas partes, somos directores de la coreografía tranquila de suaves luces en danza. En el borde, rodeándolo, un reflejo, el contraste de las formas lo convierten en una sombra que desaparece si lo miro desde otro ángulo. 

Es el amor haciéndose, nos necesita para expresarse, si no estuviéramos allí, seguiría la quietud de la luz inmóvil arrojada en unas sábanas, una fuente de destellos desperdiciados sometidos al silencio de la nada. Pero son las diez y el amor, la luz y nosotros hemos creado este milagro. 

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