Échale ternura a los asuntos pendientes, échale dulzura a los quehaceres, que nos pille meciéndonos la tempestad de las horas veloces.
Échale ternura a los solitarios, a bocajarro, de golpe, seamos bruscos regalándonos caricias.
¿Por qué no puede sumarse a la fortaleza lo dulce de unas manos firmes?
Acaríciame de repente y de improviso. Que en la suavidad del beso se perciba la entereza y la solidez del corazón arrojado en una lengua.
Échale ternura a raudales a aquellos con los que te cruzas, como si toda la tuvieras tú, como si solo tú pudieras repartirla. Échale dulzura a los problemas, a las soluciones, a los baches en los que te mueres, a los charcos en los que te ahogas, a los túneles de los que dices que no se sale.
Échale al mundo, con rebeldía, toda la sensibilidad que llevas dentro.
Anda faltos los valientes de la suavidad derramándose.
1 comentario:
Y si nada de todo esto funciona, lo echas y ya.
Saludos,
J.
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