A los muertos se les acumulan los vivos alrededor, aunque respiran y se mueven y hablan y recuerdan, parecen más muertos que el que ya murió.
Van allí como el que va a los bares, lo sagrado de un adiós se queda escondido en el fondo de los corazones, van allí como el que va a comprar el pan, hola, qué tal, adiós.
Olvidan el milagro de haber nacido, de tener incluso la suerte de morir de repente en medio del camino. Olvidan lo efímero y majestuoso de este estallido de respiración, del oxígeno atravesándonos, de la vida en continua transformación.
De los vivos repudio su capacidad para olvidar que aún lo están.
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