sábado, 31 de agosto de 2019

El agua siempre la pongo yo

'Todos los hombres que visité' podría ser el título de un gran libro. Vale, de un libro. Podría narrar las peripecias de las visitas guiadas por cuerpos de hombres enjaulados. Nosotras, carceleras, creyendo que podríamos liberar al... Da igual a quién, lo único que liberamos es al dragón y desmantelamos al impostor. 

Todos los hombres que visité aceptaban paseos en barco por altamar pero en tierra firme no querían saber de piedras ni de tropezar. Y quedarse a vivir conlleva eso, entender el idioma desde dentro, abrir las cuevas, estrellarse en las barreras y respirar cuando no se puede respirar. 

Vamos de visita a las mazmorrass, vemos la sombra, acariciamos las profundidades y ahora vete, que me estorbas. Así son las visitas, conozca el mar que tienen adentro las orillas. Pero cuando nos damos cuenta y queremos sacar la cabeza boqueando ya no hay nadie que nos quiera salvar, ni surfear, ni navegar ni todas las otras fiestas que se pueden hacer en el mar. 

2 comentarios:

José A. García dijo...

De una forma u otra, siempre estamos solos.

Saludos,

J.

Nebroa dijo...

Síp... es una soledad innata. Y está bien así.