A veces, como un lobo salvaje y hambriento iría hasta allí, hasta ti, hasta tus jodidos ojos tristes y tu pelo de escoba y tus pantorrillas de zorro viejo a estrujarte el alma, a hacer con ella un montón de infinitos jirones de esparto, a romperte en trescientos catorce trozos cada una de las neuronas que no supiste utilizar. A veces iría hasta allí, hasta ti, con la lengua hecha látigo a soltar desde la cueva más profunda de todos mis agujeros, todo el fuego que no supiste prender y que ahora, maldito cabrón, me quema a mí el esqueleto.
A veces iría hasta allí, hasta ti, a empujarte por la vida hacia abajo, a soltar estruendos en tus suaves lóbulos de diminutas orejas con las que tan poco me escuchabas, a gemir, a gritar, a aullar. Iría hasta allí, hasta ti, a arrancarte el pelo, las cejas, las pestañas, la campanilla de tu boca agrietada. Hasta donde estés, a reventarte el corazón, a destrozarlo como tú me desgarraste a mí.
Y con mis manos un txunami, y con mis brazos una mordaza, y con mis piernas una soga. A hacer de ti un cuadro abstracto, una obra maestra de la innovación: uno setenta y cinco metros de eslora convertidos en carbón. Eso haría al llegar a ti. Ceniza, restos de quién no tuvo el valor de respetar este amor.
2 comentarios:
Uyyyy.... “ la rabia es... mi vocación”
Deseo , lo mejor a todo ser universal .. vivo o ya en el más allá , allí donde se encuentren ..
Publicar un comentario