viernes, 24 de mayo de 2019

Peso muerto

Aquella vida murió. No solo todo lo que yo tenía o sentía dentro. Se murieron un millón de kilómetros en mapas invisibles. El coche nuevo que estuvimos mirando, la empresa a medias, dinero en la cuenta y poder pagar las deudas. 

En el camino aquel, el que murió después, construyeron un cartel de dos millones de metros cuadrados. Cerrado porque sí, ponía. Tenía una explicación más larga pero total, qué más da. Cerrado porque sí aunque lo que él más decía era que no. 
No al juntos, no a compartir, no a cuidar, no a acompañar, no a respetar. No ponía la boquita de piñón para decirlo, ojalá lo hubiese hecho, pero se le deletreaban la ene y la o en todo lo demás. 
Se murió aquella vida y los abrazos. Se murieron el noventa por ciento de las ganas de vivir. Es solo desamor, decían los que tenían más amor que yo.

Con el resto hice la cama, busqué otro trabajo, dibujé y voy pagando poco a poco todo lo que no puedo pagar. El taller, el psicólogo, el tren hacia nolosé y los cafés. Los muertos, ya se sabe, hay que llevarlos en el corazón, pero hay veces que no es el muerto lo que pesa y sí el entierro con su duelo y su ataúd. Tengo menos dinero, menos hacer el amor, menos ganas, menos promesas y menos futuro al que llegar, y sin embargo, ya te digo, todo parece que pesa más.



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