domingo, 26 de mayo de 2019

Cuando me muera otra vez

Que hablasen de mí los rincones más pequeños de los bosques, que las cenizas flotando en lo alto del mar de cualquier monte de mi pueblo, que los nietos que no tuve quisieran llamarme abuela. Ser un trocito de mundo en el infinito cielo de tu paladar. 

Que hablasen de mí en lo pequeño, en lo ínfimo, encima de una almohada cuando ya te vas a dormir, recordar que una vez yo, sin tiempo saqué tiempo, sin ganas saqué ganas, sin vida memorable, me la inventé.

Que el primer trago de todas las cervezas que te queden por beber lleven un brindis por lo insignificante de los ratos, por lo sagrado de un simple momento en el que, una vez, en mil novecientos ochenta y seis lloré por no poder celebrar mi cumpleaños. 
Morirme de repente en las memorias de quien recuerda algo con extrema vagancia. Ser humo otra vez, desvanecerme, deshacerme de ayer, de mañana, de después. Como ahora mismo. Como aquí. 

Que hablasen de mí muy poco, nada tal vez. Solo permanecer en el corazón, sin nombre ni bandera ni fronteras de aquellos que tuve la suerte de conocer. Ahí guardadita en silencio, transparente y bien abiertos los recuerdos, tanto tanto que nadie recordase nada de nada, que siguieran siendo conmigo ahí sin saber que soy yo. 

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