viernes, 11 de enero de 2019

Hay flores sin raíz y sin hojas

Estaba viva. La he visto. En medio del agujero más negro de todos los agujeros, te juro que la he visto. Llevaba el pelo suelto y en el corazón la punta donde acaban las cometas. 
De verdad que la he sentido, en la boca del estómago, cogiendo el volante, cantando fuerte en el coche, abrumada por sentir como sienten los adolescentes. 
Estaba allí. Doce horas de eslora, viento en popa a toda vela. 

Surgió anoche en la ventana. Las ventanas no tienen por qué tener cristales y marcos y persianas. Esta no tenía ninguna de las tres cosas, pero había agua y niños con las mejillas más rojas de todas las mejillas. Y una bici y una montaña, una maceta en una espalda y un millón de dientes habitando una risa. 

Y estaba viva, más viva que en los últimos ocho años. A veces la intensidad te traspasa y terminas siendo lo que te traspasaba. Pues a eso me refiero. De verdad que estaba viva. 

Luego se ha muerto. Pero eso da igual. Yo también me he muerto muchas veces, eso ya no es noticia. Pero la he sentido, estaba viva, te juro que la he visto.

La ilusión me habitaba. 




2 comentarios:

Isabel dijo...

Leer lo que no sé expresar es la base de mi amor por la lectura. Te quiero, entre otras cosas, por esto. Hubiera abrazado largo a todos los que escribieron libros, párrafos, cualquier cosa que me hiciera sentir...esto era, era esto, para darles las gracias. contigo tengo suerte porque lo puedo hacer. No tan a menudo como quisiera, pero sí, puedo.

El Inocente dijo...

Bravo, olé los caracole, a mi parecer creaste un escrito destacable muy positivo y de esos que brotan una vez por mes,enhorabuena por el tono y adjetivación con descubrimiento a final; roza en conjunto hibridación poética, gracias por permitir apreciación fénix Nebroa, buena noche desde la sombra se te sigue y quiere, atentamente Esteban.