martes, 5 de noviembre de 2019

Martes

Hay una cama en cada fachada y una almohada en el techo de un ford demasiado viejo. Hay botellas de vino que se deshacen en partes recordándome que casi nunca me espera un todo que devorar. Hay un pelo enredado en unas manos y una conversación de esas que aburriría a casi todos los demás. 

Hubo dos minutos extraños, ajenos, perversos, inquietos, rápidos, intensos y esporádicos que nos acercaron tanto a nosotros mismos que quizá el otro daba un poco igual. 

A los locos que se encuentran les brillan los ojos al hablar; saberse entendidos es como recibir a la vida sirviéndote de nuevo las croquetas recién hechas de una madre que ya no está. Es bonito mirar, repasar, observar. Fue bonito mirarnos así, un dúo recién hecho, una tarta, una nueva identidad que investigar.

No tengo prisa por nada salvo la de salvarme del antes, del después, del mañana qué pasará. No tengo prisa digo mientras aún corro ente los barrotes de mi propia jaula mental.

Hagamos de este tramo algo parecido al zumbido de aquel silencio sevillano, el preámbulo de un derribo, la antesala de la vulnerabilidad. No somos más que dos humanos queriendo experimentar un poquito de amor, ya sabes, esa confusión actual. 

2 comentarios:

José A. García dijo...

Después de todo, ¿para qué decir más?

Saludos,

J.

Nebroa dijo...

mmm... si no existieran las palabras!