Una calavera cambiándose de mesa, tiene un diente que se le sale hacia fuera y por preferir, prefiere el poso de un buen vino que el primer trago de uno peor. Puedo escribir esto o inventarme otro rincón; puedo empezar diciendo que desaprendió lo que era robar antes de arrastrarse por el sur hasta una acera deshabitada y tan desierta como llena debe andar su soledad.
Puedo escribir y volver a escribir magnificando a un ser humano, convertir cuatro horas compartidas en un escaparate que alguien leerá, extender los tramos, ampliar un paso. Escribo para enaltecer lo que a otros pasa desapercibido. Nadie nos miraba en aquella terraza mientras nuestro mundo se concentraba en lo de mirarnos cinco minutos que acabaron siendo algo más de dos.
Escribo, digo, para enseñártelo si hay un después mientras fumamos exhaustos porque el sexo ha ido bien, o regular o peor de lo que imaginé. Tienes pinta de sibarita porque aún no te quieres del todo bien, cuando lo hagas verás que las palabras solo narran un trozo de realidad y que jamás abarcan esta magia de respirar.
Quizá te describo desde varios frentes para no arrinconarte, para meter oxígeno en mi parecer. Soltando aquí lo que pienso en un solo momento es suficiente para no cerrar en mí todo lo que aún tienes por abrir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario