viernes, 13 de septiembre de 2019

La verdad nunca lo es

Supongo que mirar el mundo desde este lado trae estas tristezas, ya me lo dijo I: poner tu mundo interior ahí fuera no será fácil. Me pregunto por qué andamos empeñados en acorazarnos, por qué el enfado contra otro cuando nos dice alguna verdad, por qué el silencio, por qué alejarnos tanto unos de otros. 

En las relaciones, siempre pido que me digan qué piensan, qué sienten, qué les parece lo que nos acaba de ocurrir. Compartirnos en las buenas y en las malas, si es que existen las buenas y las malas. Creo en el 'perdón', pero no como desiguales y diferentes, no como 'yo te pongo la mano en el hombro para perdonarte lo que hiciste mal'. No es así. Es un 'perdón' desde dentro que existe todo el tiempo. Una tolerancia para con el otro, un querer bucear cuando me dicen cosas (aunque estas no me sienten nada bien), buscar el entendimiento, exponer lo sentido, contar qué ha ocurrido dentro. 

Me gusta hacerlo cuando algo ocurre hacia mí y cuando algo ocurre desde mí. Si me dicen: eres una tocapelotas, quiero saber por qué. Qué hago para que me veas así. Dímelo, cuéntamelo. Hazmelo saber para que nos conozcamos más. Si digo un pensimiento a bocajarro y me doy cuenta después de haberlo soltado, quiero estar ahí también después. Porque no quiero dañar, nunca voy a cargarme al otro, a tocarle los cojones sabiendo que se los toco. No es así. Y cuando me equivoco y me doy cuenta lo cuento. Igual que me gusta que hagan cuando me implican en algún 'error' externo. 

Porque no creo en los errores per sé, ni por supuesto hago daño sabiendo que lo hago. Cuando me siento dolida por algo, suelo expresarlo. Y no como 'mira lo que me hiciste sentir', no. Es un: siento dolor, déjame contártelo. Entre otras cosas porque se aliviará con la palabra y con los gestos. Porque creo, por encima de todas las cosas, en que siempre estamos cambiando, en que pensamos una cosa ahora y a los cinco minutos otra. Porque sé que los enfoques van ajustándose, porque decir algo desde la rabia es habitual y porque no pasa nada, ni es personal, ni es perenne y todas las cosas tienen millones de matices. 

Pero parece que esto lo sabemos algunos y otros no quieren saberlo, no quieren probar. Se atrincheran, se van. Y siento impotencia. Y también lo cuento, cuento que me siento impotente por no poder abrirme ni abrir al otro para sentirnos cerca en vez de tan solos. 


2 comentarios:

Bubo dijo...

¡A ti esta entrada te la ha dictado mi pareja!
No se, con el tiempo tengo que reconocer que es lo acertado. Hablar, comunicarse, no hay otra forma de seguir adelante y entenderse.
Pero me reconozco pobre en este tema.

Nebroa dijo...

jaja... Sí, estaba dictándomela mientras escribía!! Bubo... puede que cueste y que sea más 'cómodo' lo otro. Pero qué riqueza alcanzan las relaciones cuando nos mostramos abiertos...