domingo, 24 de marzo de 2019

Desde que el amor era en blanco y negro lo ando buscando yo

Ahora de la herida salen lágrimas en blanco y negro.
Tenía tres meses y la cuna era una celda con sus barrotes de titanio imitando la madera. 
Por la lámpara de la habitación de mis padres la luz se dispersa sobre el cuerpo arrugado de mi madre que llora la muerte de su padre. 

Yo era un bebé, o un átomo, o una célula buscando abrigo. No recuerdo a qué sabía la leche con la que crecí, pero debió ser tan amarga que han sabido a lo mismo muchos de mis ratos. Cómo puede clavarse tanto y tan hondo un golpe insonoro, invisible, inexistente. 

Hace cuarenta y tres años, soy pequeña, estoy sana y malherida en un lugar al que nunca tengo acceso y en el que vivo. Es aquí desde donde siempre lloro y me lamento. Está vacío, no consigo llenarlo. 

Sigo buscando abrigo en algún lugar. Están tan solas estas sábanas. Mi madre sale de la habitación porque mis hermanos la necesitan más que yo. Luego vuelve a quedarse por fin, sola. Puede llorar. Cierra la puerta y me da de mamar, nadie la ve. Yo no sé si la estoy viendo, pero estoy bebiendo tanta pena que no me calma la sed. Ni este hambre de amor. 

4 comentarios:

Bubo dijo...

¿Amarga la leche? Yo la recuerdo, y no de cuando pequeño, dulce, muy dulce. Así del tipo de medio bote de sacarina en un vaso de leche.

Nebroa dijo...

Bueno, Jajs, a lo mejor es que no has entendido nada, no digo del sabor de la leche, digo de lo otro

El Árbol Rojo dijo...

������
<3 <3 <3

Bubo dijo...

Ya, era por quitar hierro.