martes, 5 de febrero de 2019

Ese olor corporal de los fantasmas

Todas las raíces apuntan a tierra, oculta en la humedad que deja la pena me disuelvo entre las grietas.

Me dejó.
Me dejó dejarle.
Me dejó irme y despedirme y añorar todos los ahora que no llegaron.
Me dejó mientras decía que la vida sigue, que el perdón, que la reconstrucción, y algo sobre el ave fenix.

Él venía a levantar del entierro las ramas. Yo florecía. Me llamo Ana pero pude llamarme Alondra. Soy un árbol de esqueleto seco y astillado que una vez, de vez en cuando, brotaba.

Venía los domingos por la tarde justo a la hora de amanecer. El sol, la luz de la que hablan los poetas, las doce del mediodía en un pueblo del sur, el rocío de las mañanas frescas.

Me dejó. Me dejó dejarle. Es verdad que se ha ido. Como cuando ya no queda rastro del fuego que asola los bosques pero sigue oliendo a quemado durante varios días.


No hay comentarios: