sábado, 8 de septiembre de 2018

Vestidos para la fiesta más aburrida del mundo mundial

¿De verdad no te cansas? De aparentar, de esforzarte, de hacer creer a los demás qué. ¿De verdad no estás agotado de representar el papel, de subirte al pedestal, de disfrazarte? Yo una vez lo hice, un día a media tarde, fingiendo que ya no te quería. Que sólo me quedaban cenizas. Que si las brasas, que si el humo, ¿recuerdas cuánta tontería?

Mentir me abruma. No puedo mantenerme en falso más allá de las diez. Comienza el desnudo; la salvaje que hay en mí despierta gritando -¿por qué me escondes? La real y la certera y la visceral y la fiera se adueñan del territorio de huesos, conquistan la carne, recorren venas y arterias y se hinchan a cerveza en mis vasos sanguíneos.

¿Por qué tú puedes y yo no? ¿Por qué tu disfraz pervive en el tiempo, en los escenarios, a mi lado, delante de otros, en las despedidas, haciendo el amor? ¿De qué estará hecho? Tal vez de memoria más bien reciente, no sé. De contarle cuentos a un niño por la noche, de decirle que en realidad no vales nada por el simple hecho de ser, que tienes que, que debes de, que tendrías, que deberías, que su puta madre también. 
Y te lo crees tanto y tan bien que luego, a las diez y diez, cuando te pregunto cómo estás, contestas 'no lo sé'. Has olvidado que una vez, antes de que comenzara la fiesta, al protagonista ni siquiera le gustaba el carnaval. 

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