martes, 4 de septiembre de 2018

Cómo ser un maniquí sin parecerlo

Thader, Nueva Condomina, El Tiro y La Noria. Esos son los centros comerciales a los que vamos a disfrutar de la vida los fines de semana.

Antonio es así, le apasiona mirar el horizonte en la línea de cajas de cualquier antro llamado tienda. Compramos, bebemos, cenamos, vamos al cine y terminamos la velada echando unos bolos. Que nosotros parezcamos esos bolos que los demás derriban a su antojo es algo que Antonio no ve.
Pum, bolazo, muertos.
Pero Antonio solo ve que hemos conseguido lo que todo el mundo sueña, dos hijos, la parejita, buenos trabajos y dinero para fundir. Nosotros también estamos fundidos, como el queso de la pizza margarita que siempre pide Rita para cenar, pero eso Antonio tampoco lo ve.

Deambula entre la ropa de la sección masculina, lo observo desde el perchero de las camisas impolutas, pulcras, sin una arruga que llevarse a la cara por haber vivido, volado y bailado un chácháchá. Claro Antonio, cómprate esa, tu jefe se pondrá muy contento cuando te vea entrar.

Somos de la misma materia que los maniquíes. Somos plástico, péuvecé, o lo que sea que se utilice para mostrarlos en los escaparates. Da igual. Somos maniquíes; nos exponemos para que los demás admiren lo bien que se está en este pedestal. Acabamos de subir un montón de fotos desde Japón al grupo de amigos, al de la familia, al de compañeros de trabajo, al de amigos de egb y al del padel de los martes.

Nos envidian.

El maniquí de la derecha soy yo, llevo peluca rubia, colágeno en las sienes y bisturí en el corazón. La anestesia para el alma me costó un riñón, pero tenemos para eso y para más. No funciona, bien lo sabe dios, pero entre la comunión y el bachillerato de Andrés, voy cayendo en el letargo. Ser consciente, saberse maniquí, no es algo con lo que una pueda dormir. Y si no duermes, ya lo dice el doctor, más se me arrugará la piel.

Rita, hija mía, deja de tocar las cosas o nos llamarán la atención. Claro Antonio, llévate el traje también. Ya he cogido los pantalones para Andrés. Podemos comer aquí, comamos lo que comamos, jamás nos vamos a sentir alimentados, así que me da bastante igual.




3 comentarios:

El Árbol Rojo dijo...

Ay!!.... zas! En la diana ! <3

Laura dijo...

Ostras !!! que bueno...
:) saludos

Anónimo dijo...

Rayos y centellas,vivido.