viernes, 9 de marzo de 2018

La belleza de los sencillo. Pero al revés.

Allí, dentro de sus brazos, hace el mismo calor que antes, hace ya miles de años. Ya lo intuía, pero ayer volví a vivir el mismo verano que entre los dos conquistamos. 

Aquí, a través del mismo tiempo, tengo en los ojos cruzado un encanto, el silbido de las sirenas cantando nanas que lo más seguro es que no existan. Pero yo sigo oyéndolas. 

Entre dos mundos se me abren las piernas, las cejas, los veinte dedos en los que mi piel decide extinguirse. Miro a un lado y a otro, dos escenas enfrentadas. Lo que yo amo, si es que alguien sabe que es eso, y lo que yo vivo, si es que los detalles dan forma a eso.  

De un lado las mantas son cómodas, las palabras, las canciones, hablar de un libro, confiar en el futuro. 
De otro lado el lastre liviano con el que me he acostumbrado a levantar el paso. El amor de siempre, el amor tantas veces ahuyentado y finalmente admitido, asumido e integrado. 

Sé lo distinta que hace la vida la elección. Si es que lo que soy está eligiendo realmente algo. 
Me quedo sin. Me hago a con. 
Carencias por todas partes, lleno en todas las demás. 

Me quedo sin el calor continuo, sin la ternura dando grandes pasos, casi galopando. 
Me hago con la soledad compartida de vez en cuando, la que convierte una ínfima mirada en la que no me importaría que fuese la última.  

Y así, sin encuentros abundantes y con llamadas infinitas es como me he quedado al elegir. Aprendiendo de nuevo lecciones que no se exponen en ninguna prueba. Que todo es improvisación sin aspirar a resultados. 

1 comentario:

El Árbol Rojo dijo...

Seguramente cada paso es elección , cada segundo ... quizá mejor el silencio ... el mío , sea el mejor regalo que abone la nueva senda .