viernes, 19 de abril de 2019

Tragar lo que sabes que te sienta mal

Te incomodaba que yo estuviera allí amándote. ¿Recuerdas? Algunas personas detestan los cuidados y el respeto, no se mueven bien en las laderas amplias y extensas que otro les deja surfear. Si me acercaba más también te incomodaba. Un poquito más lejos, Ana. No tanto. Ven. Bueno, pero hasta aquí, hasta esa línea que yo trazo y desdibujo a mi parecer. Acércate. Aléjate. Muévete. No vengas del todo, no te vayas del todo. 

Es curioso ver alejarse a alguien que no está moviéndose. Pero sucedía entre nosotros casi siempre. Los domingos no, en una especie de paréntesis vital venías a dejarte abrazar. Pienso en todo el agua salada que me diste a beber para calmar mi sed. Pienso que aún la busco aunque ya sepa que mi hambre no tiene nada que ver con ese amor. 

Pero tuve la mala suerte de ponerte en aquel lugar desde donde se podía curar mi herida y saciar los vacíos y ocupar el espacio que solo yo puedo habitar. Aún así te busco por si un día me dijeras que ya me quieres, que también sabes que nada puedes llenar pero que quieres quedarte, que quieres acompañarme, que estarás atento al sangrado, que me ayudarás a limpiar. 

Le puse tu cara a las ganas de sanar. Ya me lo sé todo, pero es lento y extenso el tiempo que necesito  para comprenderlo en las tripas, en ese lugar independiente, inconsciente, ajeno al pensar. 


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