sábado, 21 de abril de 2018

Y dejamos de ser libres cuando nos ponen los primeros zapatos

´Y esa es mi historia´ señor viandante desconocido al que he parado por sorpresa cuando he bajado a la calle, descalza, a fumar un cigarro para salir de la cárcel del 3º izquierda. 

¿Cómo es vuestra celda? La mía tiene cortinas blancas que se mueven cuando hace viento y está llena de libros que sí he leído, no como esas familias de presos que tienen estanterías llenas de cuentos que jamás han sido bebidos por un buen par de ojos humanos. 

¿Cómo es vuestra celda? decía. En la mía vive también mi ex; llegamos a un acuerdo hace unos meses y míranos, convertidos en dos quinceañeros compartiendo prisión. ¿No querías frescura, alma mía? Sus padres también viven con nosotros y si aún no os parece llamativa e interesante la narración de mi crónica, os diré que también mi cuñada hace cola por las mañanas en el único baño que compartimos los cinco. 

Estoy segura de que el otro día fue ella la que me extravió los papeles del paro, porque esa es otra, en mi celda hay muchos documentos e informes y folios llenos de letras extrañas firmadas por los bancos pero ¿dinero?, ¿esos billetes de color pastel con cifras redondas? Nada. ¿Y en la vuestra? De qué está compuesto vuestro calabozo en el que os aisláis creyendo que en ese rincón os salváis del inhóspito mundo exterior? 

Tengo que subir ya, me esperan para la cena, tortilla de patatas y pare usted de contar. ¿Le apetece subir, señor viandante? Está hecha con huevos frescos, sanos, naturales, de gallinas libres. Justo lo contrario a lo que sentimos los cinco presos del 3º izquierda. 

1 comentario:

Bubo dijo...

La libertad está sobrevalorada. Aunque vivir en una cárcel es una mierda.