En el tiempo en el que uno puede mirar el amanecer diario,
otros ojos se divierten en los bares de abajo. Pero estamos juntos, en la misma
alfombra. Compartiendo espacio, aire, oxígeno.
La atención es tan íntima como las huellas dactilares. Individual.
Uno puede soñar con el amor y las flores, con la muerte y
los sucedáneos en esta tierra y tener enfrente a un individuo que piensa en sus
zapatos, en el color de su chaqueta y en el dinero que, dentro de unos días,
tendrá en el bolsillo izquierdo de su camisa color azul.
Todos convivimos, todos deambulamos el mismo vacío y lo
vamos llenando de versos o angustias. De temores o valentías envueltas en
cartón piedra. De pinturas en acuarela o de cervezas.
Coincidir. Qué bonito milagro. Ajustar los tiempos, las
miradas y que el tono del color azul sea igual de transparente para dos. El
egoísmo como bandera nos lleva a desencuentros y espasmos de los que ya no
vamos a poder volver. Abrir el alma a alguien y que alguien vea lo mismo que
muestras tú. Las banderas del tiempo nos ahogan cuando se comparten jirones de
este ahora que a veces sólo es agrio para una de las almas implicada en el
teatro.
Derribar las causas, dejar de buscar razones, ahuyentar la
persecución del cambio ajeno y rodearse de flores que huelan como tú. No hay
más que eso. Si quieres que el mundo huela a ti, supongo que ese es el jardín
que te gustará encontrar.
A mí sí, me gusta ese olor. A veces me gusta ese olor, el mío. Hay dos personas con las que coincido a la hora de destripar cualquier verde, o azul o transparente. Y ambas están lejos, en países de agua y ciudades de mar. Yo, aquí, tengo un espejo, un escaparate, la ventanilla de mi coche, algún charco limpio en las aceras y la parte de mí que conseguí desdoblar para no sentirme tan infinitamente sola como ahora.
1 comentario:
Hay más personas ....creo ....siento...o estarán o están en camino ...
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