jueves, 21 de junio de 2018

El vagabundo que sólo pedía nada

Los vagabundos hace tiempo que perdimos la fe en recibir aquello de lo que carecíamos.
Nos acostumbramos durante tanto tiempo a las ausencias y los agujeros negros, que a decir verdad, no sabríamos vivir con el corazón más lleno. Por eso los gritos de auxilio, por eso los vertederos llenos de nuestros propios besos. Por eso un tanatorio haciendo de puente entre nosotros y ellos; los miserables.
La limosna que pedimos los soñadores siempre son las emociones, qué curioso, de los mezquinos del amor. De los huraños que tan cariñosamente tratan su propio armazón. De los tacaños del verso, del abrazo, de los cuidados básicos. De la pasión. 

Los vagabundos somos tercos y generalmente olvidadizos, obviando que los avaros andan siempre en jornada de puertas bloqueadas mientras nosotros izamos velas, abrimos cortinas y mostramos íntegramente todos los huesos. 

Y también a nosotros, los indigentes, nos basta cualquier nube para hacer de ella un techo seguro donde resguardarnos de todos los inviernos. Sabemos que somos enteros, que somos completos, pero nos divierte jugar al vacío de alguna de las partes para que sea más entretenido el íntimo verano que siempre llevamos dentro. 

miércoles, 6 de junio de 2018

En el espejo se veía todo


Siempre ha sido esa la verdad más verdad de todas las apariencias verdaderas. 
Que somos el todo mucho antes de ir buscando las partes. Que somos la inmensidad misma creyendo no serlo, jugando a despedazarnos en trocitos de yeso, de estiércol, de almendras, de besos. 
Desmigándonos en millones de perlas dentro de la cabeza rígida de un alfiler de carne y huesos. 


Siempre lo he sabido, aunque no siempre lo recordase. 

Nos confunde el humo espeso, los seres humanos más densos, la forma que adquiere el paso en elste milagroso paseo. Pedir aquello que olvidamos tener. Pedir el amor que creemos que nos falta. Llorar con sonoros golpes de pecho. Muy rendidos, muy perdidos, muy abandonados. 

Siempre somos el sol. Y luego las nubes en medio. Siempre tengo el amor que me desborda. Y luego los corazones en los que me vierto esperando que broten gigantes chorros de agua donde beber sedienta. Esa mentira es la que acaba con lo más verdadero. Creer que ese agua ajena va a calmar la sed interna. 
Cuando también esa sed es la mentira más mentira de todas las falsas apariencias. 


domingo, 3 de junio de 2018

Uno y uno no son un par

Me dijo, no sin cierta vergüenza, que prefería que no fuese a compartir unas cervezas con sus colegas alquilados para la ocasión. Me dijo, días atrás, '¿no pensarás que antepongo otras cosas a nuestra relación?'. Me dijo, el martes anterior que al final no podíamos comer juntos porque le habían salido un par de cosas urgentes. Me dijo, cuando nos vimos en el oasis compartido en medio de las urgencias, que estaba realmente cansado como para poder hacer el amor. 

Me dijo que fuese a verlo al finalizar el concierto. Me dijo tres bromas por teléfono muy seguidas que hicieron que me taladrara una carcajada. Me dejó algo de dinero también. Y me invitó a gambas hace un par de semanas. Las llamadas de teléfono son habituales a diario, por lo que los días se me hacen muy entretenidos. 

No nos iremos a vivir juntos ni queremos casarnos. No mostramos a nuestras familias, no vemos la tele juntos ni hay un futuro simbólicamente compartido en planes en común. Somos dos seres individuales, uno se empeña en mantener bien definidas las parcelas inquebrantables de su soledad y yo me empeño precisamente en quebrantar las propias. Somos una pareja que no puede llamarse pareja. Somos uno más uno igual a uno más uno. Nos queremos muchísimo, de verdad. Nos queremos de esta forma horrible y asquerosa que acabo de narrar.