miércoles, 16 de mayo de 2018

Un búnker para el amor

Tiene la sensibilidad en el tupper del jamon york. La tiene ahí, esperando que un día, no sabe cuándo, el inquilino de su propio hogar se decida a sacarla a pasear. 

Ambos tenemos la misma cantidad. Dos kilos y medio de ternura por día son más que suficientes para repartir entre conocidos, familiares, vecinos, amigos y mascotas. Pero él decidió guardarla para que no se le gastase. Es un error, tú que me lees y yo que te lo escribo, lo sabemos. 

El amor, la ternura y las otras mierdas con las que venimos al mundo, no se gastan por usarlas. Más bien al contrario, la cantidad de todo aquello que es realmente importante es directamente proporcional a su gasto y uso. Cuanto más des, más tienes. Por mucho que te empeñes, tú que me lees y yo no, en guardarlo todo para una gran ocasión. 

Hace un tiempo que vengo probando mi propia conclusión. Y cada día descubro que, como siempre, tengo razón. Porque no sé si sabes que tú también la tienes siempre. Sin lugar a dudas. Tu razón siempre la tienes. Los demás tienen la suya también. Y yo. 

Y ahí estaba la sensibilidad en el tupper azul con tapadera medio transparente, medio gris, al lado del queso, de los huevos cocidos y de la lechuga iceberg. Mal aspecto tiene, le digo. Pero él no la ve. El inquilino que habita su cuerpo ya no recuerda ni dónde la dejó. Hay un impostor trabajando, no durmiendo, bostezando, con una chepa cada vez más grande apoyada en su espalda y una nuca prominente que no le deja mirar el sol. 

En fin. Lo peor de estas situaciones es que esos dos kilos y medio irán desapareciendo y los de alrededor nos quedaremos huérfanos de eso que tienes sólo tú que me estás leyendo y yo no. 

¿Lo mejor? No sé, si lo sabes, dímelo. 

1 comentario:

El Árbol Rojo dijo...

Ay de las ternezas y las ternuras ...y las esperas ... hermoso , muy hermoso texto ... <3