sábado, 7 de abril de 2018

Olas rompientes que no rompen nada

Y como bandera un rincón al que nadie acceda, un abrazo, caricias a mi propio pelo, susurrarle a mi alma las cosas más bonitas que he inventado. 
Como defensa levanto mis armas, los besos, las caricias y todos los eslabones que me deja este amor encadenado, el propio, el invencible, el eterno. 
Tengo como patio siete flores cayendo por mis hombros, me acoge el amarillo de unas pupilas agrietadas por los golpes ajenos. Nadie va a poder vencerme. Nadie va a poder gobernar mi tiempo, mis caballos, el rancho, mis espuelas. 

Protegeré, sin uñas, sin dientes, este espacio sagrado. Recogerse ante los golpes, hacer de mi cuerpo un feto intocable. No vas a cargarte mis tiempos, mi ánimo, mi barco. 

Tú como mar enfurecido azotando la eslora. Yo el desierto que el agua no toca. 
Corre, tú corre con espías persiguiéndote. Yo estoy a salvo aquí, quieta. 


No hay comentarios: