lunes, 2 de abril de 2018

El verde de la verdad

Lo malo del despertar es no volver a soñar con canciones de amor que no terminan mal. Lo malo de saber que todo es sueño y que los sueños, ilusiones son, es que ya no huelen los tulipanes a flores, ni la lluvia te moja ni las tormentas te asombran. 
Lo malo de saber que las madejas de la mente están hechas de hilos invisibles es que cuesta subir a un barco donde el agua sea agua, donde el timón se deje llevar y las sirenas naden como musas para los poetas. 
Lo malo, lo malo, lo malo. Que el paraíso, que las cadenas, que los vaivenes, que todo eso ya no lo es. 
Que al menor atisbo de vértigo, viene esta presencia constante a cargarse lo que no es perdurable. Este mundo, las historias, las trágicas experiencias y los futuros que tanto anhelé. 

Lo bueno de que te dé todo igual es que los dramas se desvanecen, que aburren tanto las ruedas de una mente desbocada que ya ni caballos, ni amazonas, ni jinetes desvalidos pidiendo auxilio. 

Lo bueno es que ya no me duermo en la primera página de cualquier cuento contado con sinceridad. Lo malo... quizá... que las emociones han dejado también de ser lo que parecían: verdad. 


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