viernes, 13 de abril de 2018

Doctorado en lecciones inservibles

¿No ves que nadie tiene idea de nada? ¿No ves que fingimos saber algunas cosas sueltas para creernos estables, seguros, fuertes? ¿No ves que no sabemos nada y nos vamos inventando que la vida es una escuela en la que aprendemos?. Dime una de las lecciones aprendidas que te haya servido para algo. Dímelo de verdad, no con la primera frase hecha que acabas de ver en internet. 

- Aprendí que los amigos son pocos. Bien. Una vez que tenemos el titular, dime, pequeña joya del museo abierto, infinito, efímero y fugaz de la vida vital, de qué sirvió. 
- Para no confiar del todo en quien se acerca diciendo que... Vale, esto no. 
- Para saber que... no sé, para saberlo. 

Pues vale, ya tienes un dato más en las estanterías neurológicas de tu cerebro. Pero sigo ahondando, ¿para qué sirve ese dato, el de al lado y del cajón de abajo?. 

- Aprendí que el amor no dura para siempre. 

Apuesto a que puedo presentarte a un humano al que sí le duró para siempre. ¿Qué mierda de lección es esa que con una sólo experiencia ajena puede quedarse en nada?. 

Yo qué sé. Aprender, aprender, aprender. Qué aburrimiento, de verdad. 
Desaprender, desaprender, desaprender. 
Mira, ésta me convence más. Desaprender lo que creías saber. Vale, bien. 

Lo que intento decir es que, en el fondo de los fondos, más allá de las lecciones, argumentos, titulares y noticias que vamos descubriendo, sigo sin verle la utilidad. ¿Es acaso mejor la vida una vez que sabes tanto?... ¿Acaso no duelen las cosas, no sigue habiendo tristeza, alegrías, borracheras, ternuras y abismos?

Eso. Vale. Aprendamos, desaprendamos, hagamos lo que nos dé la real gana, etiquetemos las experiencias como nos apetezca... Pero ay, no te olvides de que este momento, este puto momento, es lo único que, en realidad, tenemos. 
Este jodido ahora que acaba de irse. 
Y este otro que recién llega. 
Sólo eso. 
Todo eso. 




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