lunes, 15 de enero de 2018

Emprendedor

Voy a hablarte un poco de aquí, de esta ciudad donde no suenas, ni hablas, ni reímos. Voy a hablarte de este territorio que desconoces, que nunca sabrás cómo es.

Es el mundo alternativo que nació cuando me dejaste ir. Si aparecieses, las calles volverían a transformarse, habría de nuevo huecos en la carretera para tu coche, tiendas de ropa con tu ropa, barberías con tus pelos por el suelo, una ventanilla esperando que presentases documentación.

Aquí no hay nada de eso. Amanece todos los días a una hora extraña, llevamos en las muñecas un trozo de eternidad en algo que se parece a lo que antes, cuando estabas, llamábamos reloj. El atardecer va probando una nueva gama de colores que han debido inventar algunos de los diseñadores que acaban de graduarse. También puedo hablarte de cómo suena el silencio de las campanas, del mutismo de las borrascas o de lo afónicos que cantan ahora los pájaros. 

Estoy tan lejos de aquel entonces. A las diez, por la noche, ocupando el rato en el que antes me llamabas, se me atraganta todo eso de los fracasos. No sé si sabes de qué te hablo. Es como un pequeño bote de cristal lleno de miel, pero sin miel. Y tengo que masticarlo, tragarlo, digerirlo. A las diez y media ni rastro del bote. Se enciende la tele después. Por las mañanas trabajo, luego como, visito a mis padres, hago deporte, salgo con los nuevos amigos que he alquilado y generalmente me acuesto pronto porque, total, me paso el día durmiendo mientras hago todo eso. 

No estás en ninguna de las partes. Ni rastro. Y fíjate, eres tú el que lo ha creado. 


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