Anoche, cuando era tan de noche, de madrugada, con todo tan oscuro, y no oíamos la lluvia de fuera.
Anoche, en la penumbra de tu cuello cuando soy pequeña, pequeña, demasiado pequeña y me acurruco y mañana madrugamos y quieres quedarte a dormir pero no puedes porque somos mayores, mayores, demasiado mayores con tantas responsabilidades.
Anoche, cuando tenías sueño y yo te buscaba la mirada de un ojo porque el otro estaba escondido. Tan en horizontal y tan de lado estábamos que la mitad de las cabezas se hundía en lo blandito de los cojines y sólo un párpado, y sólo una ceja y sólo una pupila.
Anoche, me hice un poco más de día que en los tres últimos meses.
Y ya no era tan de noche y sí amanecía, aproximadamente a eso de la una y media, cuando te ibas.
Y me quedé así, amaneciendo, justo cuando me acostaba.
Aunque te hubieras ido, seguía siendo de día. Por todo lo que dejas y muestras y enseñas sin decir ni una sola palabra de las que yo busco, y pregunto y averiguo y quiero conocer y abrirte el cráneo y obtener respuestas simples y saber qué piensas, qué sientes, qué tienes ahí dentro.
De día. Fui día anoche.
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